Violència

Un minuto de silencio

Joan Antón Rius. Eix

Joan Antón Rius. Eix

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Y cuantas veces nos sentimos solidarios con las víctimas de tal o cual atentado, o con de las víctimas de la violencia machista, o cuantas veces habremos puesto en nuestros muros de facebook la banderita con la frase “Je suis Paris”, y por solidaridad también con otros atentados.

Curiosamente no he visto que se hiciera ni un solo “minuto de silencio” por las víctimas de atentados terroristas o de violencia machista de Nigeria o Argelia, Mali, Egipto, Libia, Somalia, Yemen, Irak, Burkina Faso, Líbano, Siria, Bahréin, Pakistán, Afganistán o Turquía, por mencionar solo los cometidos en países que no son de nuestro entorno y que han costado solo en 2016, más de 11.000 muertos.

Estos atentados, estos crímenes que se producen en los países que no son “de nuestro entorno” y solo atribuibles al terrorismo yihadista, no tienen en cuenta las víctimas de ese otro terrorismo, más letal pero solapado y menos espectacular, que son las otras guerras que asolan a países enteros de todos los continentes.

Y aquí viene la inquietante pregunta: ¿Cuantos “minutos de silencio” se han producido por las victimas de esos atentados contra la vida, la libertad y los derechos humanos? Y otra todavía más inquietante: ¿Es que estas son víctimas de segunda categoría?

A simple vista, parece ser que unas muertes son más importantes que otras, al menos para quienes son tan proclives en convocar “minutos de silencio” cuando nos toca solamente de cerca, y algo que en otros muchos países es cotidiano y habitual no es tomado en cuenta, y solo tiene repercusión cuando en un atentado se ven involucradas personas que son “de los nuestros”.

Las causas del terrorismo pueden ser tan diversas como la imaginación nos sugiera, pero detrás de ellas hay siempre a mi entender un denominador común, que son la ambición, o el fanatismo, o ambas juntas. Creo sin embargo que no hay que perder de vista que el terrorismo es siempre la respuesta a una “causa” anterior y el terrorismo mayoritariamente es el “efecto”, no la causa.

Y esta creencia no es justificarlo, sino la necesidad de buscar el origen del problema, pues solo conociendo la causa, se puede combatir el efecto.

Sería arduo y extenso profundizar en lo expuesto, pero este modesto artículo, no pretende ser un “tratado de historia del terrorismo”, sino un toque de atención y de reflexión sobre el valor de la vida humana, según el ángulo desde donde se mire.

A estas víctimas del terrorismo que nuestras “autoridades” consideran “terrorismo oficial”, habría que añadir las víctimas producidas por las distintas guerras desencadenadas en todo el mundo, no por casualidad o por “generación espontánea” sino por intereses económicos disfrazados de protección de la democracia y la libertad o cualquier otra “gloriosa” etiqueta.

A veces, estas víctimas de segunda categoría son llamados eufemísticamente como daños colaterales y que en su inmensa mayoría, recaen en la población civil, personas inocentes que sufren las consecuencias con toda su virulencia.

La cifra oficial de víctimas de segunda categoría nos aterrorizaría, porque supera con creces la de todos los “terrorismos oficiales” juntos. Pero claro y como he dicho antes, esto se consideran “daños colaterales” y así maquillado no se considera terrorismo, sino “nobles cruzadas”, con nombres tan rimbombantes como Libertad Duradera, Tormenta del Desierto, Guerra del Golfo o Glorioso Alzamiento Nacional en el caso de España, por poner solo algunos ejemplos.

Olvidamos demasiado a menudo, o ni tan siquiera nos pasa por la cabeza, que “ir a la guerra”, es ir a matar gente, así de crudo.

Es también convertir a personas jóvenes en su mayoría, en asesinos forzados, pero claro, al ser “de los nuestros”, les llamamos “héroes” o luchadores por la “democracia”, o por la “justicia” o por la “pureza de la raza” o por “Dios” o por “Alá”, o cualquier otra etiqueta que sea necesaria para justificar la matanza; cuando lo que realmente significa, es ir a defender los intereses de una minoría a la que llamamos poderes fácticos, y que jamás sufren las consecuencias de su desmesurada y enfermiza ambición, pero que se aprovechan de ella, para sacar rendimiento, que para eso las generan y auspician.

No olvidemos tampoco los “minutos de silencio” que con toda razón se hacen contra o a causa de la VIOLENCIA MACHISTA, tan frecuentes por desgracia en nuestro país y tan execrable como intolerable; pero ahí también habría que poner énfasis en que parece más rentable para nuestras “autoridades”, ese socorrido “minuto de silencio”, que poner los medios económicos y presupuestarios para prevenir y combatir sus fatales efectos, y proteger eficazmente a las víctimas de violencia machista; pero claro, queda más bonito realizar un minuto, que pasa rápido, y salir con gesto compungido y “cara de acontecimientos” a hacer un “minuto de silencio” a la puerta del ayuntamiento, o del parlamento, o de la sede del gobierno, con profusión de cámaras y periodistas, que poner los medios económicos y legales, para prevenirla o perseguirla.

Y eso hablando también del que nos afecta de cerca, ya no del que afecta a las mujeres del resto de países (sobre todo del “tercer mundo”), y del que apenas se habla en los “círculos oficiales”.

Volviendo al tema que nos ocupa, es posible que si tuviéramos que hacer “un minuto de silencio” por cada muerto por todos los terrorismos “oficiales” y extraoficiales, no habría suficiente tiempo para otras cosas.

Así que sería recomendable solicitar a las autoridades que dediquen el tiempo a indagar, prevenir y solucionar las causas, en vez de dedicar el tiempo a “minutos de silencio” que quedan muy bonitos de cara a la galería, pero que no aportan nada, aparte de que tranquilizar algunas conciencias.

Joan Antón Rius
Fundador de Podemos Cunit

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