Religión

Matar judios

Imatge de la Semana Santa en León. Eix

Imatge de la Semana Santa en León. Eix

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Hablando por teléfono con una colega de León, ésta me cuenta con entusiasmo la devoción de su familia por la Semana Santa. Su marido y su hijo son costaleros, y ella sigue las procesiones, especialmente la de la mañana del Viernes Santo. Cuando los hombres de la familia acaban, agotados y satisfechos, de cargar el paso, la familia se reúne alegremente para matar judíos.

Reacciono con estupor ante la expresión, y ella me explica que así se le llama a la tradición de beber la limonada de Semana Santa, preparada especialmente para satisfacer la sed (y no de sangre) de los costaleros y sus acompañantes. Es que ya sabes aquello de que los judíos mataron a Cristo, me sigue explicando, y yo la interrumpo de inmediato para no volver a oír la vocinglería de mi católica infancia.

Pero entiende que esto pueda ofender a los judíos de hoy en día, ella que no tiene nada de antisemita, aunque hay que conservar las tradiciones, dice. Me pregunto si sabe que esta tradición no comenzó precisamente con algo tan inocuo como beber limonada y que, años ha, la Semana Santa era la excusa para que ordas católicas procedieran, borrachas de fé, a hacer exactamente lo que dice la espantosa expresión.

Una vez tuve un novio que era de Burgos y me comentó que, de niño, tenía un vecino muy pobre y muy sucio al que los demás niños (incluido él mismo) no paraban de hacerle judiadas. Aquí les llamaríamos putadas, y tampoco estoy segura de que sea una palabra aceptable. Ante este evidente caso de bullying tendría que haberme percatado de la calidad humana de mi pareja de entonces, pero confieso que fue sólo cuando me explicó al detalle, otro día, el peligro de la conspiración judeo-masónica que amenazaba el planeta, cuando decidí que el buen hombre no era para mí. Y eso que, según él, era de izquierdas.

Mi sobrina, cuando era pequeñita, tenía una carraca de madera que hacía un ruido ensordecedor. Años después la heredó mi hijo. Era una réplica educativa (de aquella época en que los juguetes de madera se pusieron de moda) del artilugio que se usaba en Semana Santa siglos atrás para espantar judíos. Así me lo explica mi madre con una sonrisa avergonzada. Mi madre es católica practicante, pero no fue ella quien me contó que los judíos mataron a Cristo. Señora de compasión profunda, izquierdista de verdad y gran lectora, siempre supo dónde había que pararle los pies a su propia religión.

Y así salimos sus hijos, ya no católicos y no sé si tan buenos como ella, pero sí izquierdistas y aficionados a la lectura, para expresar auténtica repugnancia hacia expresiones y conductas que se forjaron hace siglos en nuestra oscura historia, renacieron con vigor durante el franquismo, y siguen apestando nuestro presente disfrazadas de piedad o de progresismo.

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