Leo hace un rato en El País que Sarkozy pide la expulsión inmediata de los extranjeros condenados por los disturbios. Y siento que con el titular me basta. No entiendo nada. Creía que las revueltas están protagonizadas precisamente por jóvenes FRANCESES de segunda y tercera generación (nunca me quedó clara cuál es la primera, ni siquiera en mi caso, es como si naciéramos por esporas o de la Virgen María).
Me gustaría escribir un post en condiciones, pero estoy preparando algo largo sobre jóvenes desde hace unas semanas con Mónica Artigas y lo colgaré pronto. Claro que ahora el tema se ha puesto de moda. ¡Es que lo de París ha sido una sorpresa tremenda, qué shock, quién se lo iba a imaginar!
Los políticos y medios de comunicación siguen analizando el inesperado fenómeno. Tal vez sirva para que alguno de ellos pise por primera vez esos barrios.
Un corresponsal francés decía ayer en la tele que en los suburbios no había una sola piscina, ni un solo cine. Era una frase sencilla, pero bastante descriptiva. Hace poco escribí sobre la mentalidad de barrio. Decía que yo había sido de las niñas buenas, pero entendía perfectamente a los niños malos. A veces se explicaban bien, como los raperos cubanos que vi el domingo en Documanía contando cómo se enfrentan a la censura y cómo quieren devolver el orgullo a los negros de la isla. Porque, como decía uno de los cantantes, la revolución del 59 les acercó a algo muy parecido a la igualdad. Pero sólo durante un tiempo. Pasados los buenos tiempos, después del Periodo Especial, volvieron a surgir las discriminaciones. Ahora se sienten nuevamente marginados.
También ayer oí a unos tertulianos de esos que ya parecen funcionarios comentar que el problema sólo se estaba produciendo con los extranjeros de origen árabe o subsahariano. Tal vez tenga razón. Y al tenerla se la esté dando a ellos, porque ellos son los que al pedir un trabajo sienten que les rechazan por sus apellidos y el color de su piel.
Creo que alguna vez he explicado que cuando vivía en Alemania me trataban de modo muy distinto según la gente con la que estuviera. Cuando iba con mi familia adoptiva, clase media y muy activa en la comunidad, me sentía mimadísima. ¡Qué rápido aprende alemán esta española!
Sin embargo, no le gustó tanto mi acento a un cliente repulsivo que se quejó de que me hubieran contratado (contratar es un decir, no tenía papeles) en un restaurante en el que no duré demasiado. Después de que hiciera tantos aspavientos por el hecho de que le atendiera una emigrante con poco dominio del alemán me pusieron a fregar platos en una cocina en la que todas éramos polacas (no sabían nada de política ibérica, yo allí era polaca porque los emigrantes suelen pertenecer a una única nacionalidad para los indígenas de cualquier país). Aun así, me vieron delicada algo así me dijeron- y me ascendieron al departamento de pelar cebollas. Me pasé tres domingos llorando delicadamente y ahí se acabó la historia.
En alguna ocasión salí con chicas polacas a tomar un helado y más de una vez observé que no éramos superextrabienvenidas, pero al menos nos toleraban. Menos monerías me hicieron las veces que coincidí con muchachas turcas.
Acabaré este nuevo y lioso post recordando una última batallita, la que me hizo intuir lo que se siente cuando eres víctima de un ataque racista. Fue una noche en el año 89, cuando estaba de marcha con un amigo hondureño y otro canadiense. De repente, llegó un grupo de neonazis borrachos que quería que siguiéramos sus cánticos. No pudimos contentarles por diferentes y obvios motivos. Para postre, no les gustó la cara de nuestro querido Alejandro, así que tuvimos que correr como locos por las calles de aquella tranquila ciudad.
No sé si con estos ejemplos explico algo, pero será mejor que no repase demasiado el texto. Ni las fotos del diario en la que los políticos del norte han quedado retratados. Como los de nuestro sur, que siguen autocomplacientes, diciendo que algo así no puede pasar por nuestros tercios. Por favor, pero si somos perfectos, todo un modelo de integración, aquí no hay guetos.
En fin, que lo de Francia ha sido una sorpresa desagradable.
Como lo de las armas químicas que han utilizado los estadounidenses en Irak.
Como descubrir que los materiales que sirven para construir puentes sufren fatiga. Agotados están. Bajos de defensas. Igual pillan la gripe del pollo.
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