Este domingo he asistido a uno de los tantos partidos de fútbol que realizan los equipos amateurs de Vilanova por la comarca. Al llegar a la zona deportiva, se abría una enorme explanada rodeada en el lado montaña por un verde intenso de pinos. La cita era en Canyelles, un pequeño pueblo que soporta la presión urbanizadora de Vilanova y Vilafranca. El equipo visitante estaba formado por jugadores de 20/30 años. Hacia tiempo que no asistía a un partido que no fuera televisivo, a decir verdad, lo primero que se hecha a faltar son las repeticiones de las jugadas, y el reloj que marca los tiempos. Y si es un partido donde hay muchos goles como fue este- pasados los minutos, uno ya no sabe si esta en 3/1 o 4/1. En fin, acabo con el triunfo vilanovi por 5 a 1.
Al estar allí, sin darme cuenta comencé a comparar. Estoy acostumbrado a ir muy seguido a ver jugar al tenis. ¡Ah!. Paraíso de la clase media de pro, donde un grito de más parece responder a un padre irracional que a algún jugador. En este escenario, las medidas y el entorno responden a pactos preestablecidos y naturales. Y si uno es padre de algún tenista- debe aguantar su procesión interior. En cambio el fútbol: ¡es racial!, ¡epidérmico!. Allí todos gritan y opinan. ¡Todos son sabios y entendidos!. Y el insulto escapa alegre y fresco. Durante el partido un jugador cometió un error exclamando a continuación: ¡que me cubra la mierda!. Uno se imagina la situación y no puede relacionar los deseos expresados por el interesado y la montaña putrefacta cayéndole encima.
Estar allí era como recordar aquellas antiguas transmisiones de radio. El portero del Vilanova se paso todo el partido gritando de viva voz a sus colegas ¡ponla aquí o ponla allí!. Pero además gritaba el entrenador y también el fisio. Y por doquier surgía una palabra mágica que en el fútbol lo resume todo y se repite miles de veces con un convencimiento atroz: ¡échale coj s!. Y uno se imagina a todos echando aquello a rodar por el campo para superar el momento malo del equipo. En aquel griterío tan latino, tan racial, un hombre vestido de negro se distanciaba del despropósito de opiniones corriendo de arriba a abajo. Me costo un poco descubrir que el arbitro era mudo. Al transcurrir los minutos, los jugadores de vilanova fueron abandonando el campo debido a las lesiones hasta quedar solo nueve. Al ver la baja forma de los participantes, desde la tribuna un espectador sentencio: ¡poneros todos pegados al portero y los demás delante!.
Eix Diari utilitza 'cookies' pròpies i de tercers per oferir-te una millor experiència i servei. Al navegar o utilitzar els nostres serveis, acceptes l'ús que fem.