Una conversación abrupta con un amigo me puso en la pista. Había vuelto a recaer en el cáncer y el círculo vicioso le llevaba hasta la quimioterapia. Esta situación tan particular y a la vez general muestra la fragilidad de los humanos, como ilusos jugadores, nos enfrentamos con soberbia al día a día. Dos de cada tres personas tienen cáncer. Su frase lenta, corrosiva bascula con rabia. Mi reacción fue invitarle a caminar por la playa de Vilanova. La arena húmeda y densa y el golpe de la ola cínica y ausente darían intimidad a la lucha de este vital ser humano.
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Juan: Yo ya no vivo para el futuro, escandalosa afirmación que dejo escapar. En esa caminata, las ideas fluían dispares, me dije: es otra diáspora a la que todos nos enfrentamos. La pulsión de la vida, el ego, eros cual batalla, nos empujan a acumular favores, poderes, lisonjas. Es una trepidante carrera que tiene el futuro como Norte. Los seres que han golpeado contra una duna como este amigo y tantos otros-, con firmeza se rehacen y de repente su pasión ha dado un giro. Aparece la intimidad, lo cercano y el goce sin sentido ni tiempo de esta aventura galáctica. Al observar sus pisadas en la playa, cada marca que describía era:
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