P.- Y esa tarde, a las cuatro y cuarto, ¿que pasó para que su vida cambiara brutal y trágicamente?.
Un conocido mío había sido atropellado. Le recogí y le llevé a una clínica de Sabadell. Llegando allí dijeron en las noticias que había habido un atentado muy grande en Hipercor. Me quedé tranquilo, porque mi mujer y mis hijas habían estado allí por la mañana comprando ropa y cosas para irnos de camping[...] Y no pensé que hubieran vuelto por los grandes almacenes.
P.- Pero, no fue así...
Cuando me fui para las tiendas me encontré con que la que regenteaba mi mujer estaba cerrada. Pasó una hora y empecé a inquietarme. Opté por ver si habían vuelto otra vez a Hipercor a comprar algo. Al llegar la escena era dantesca [...] ahí empezó mi calvario...
[...]En la morgue había reconocido a mi mujer, luego a mi hija pequeña, también a mi hija mayor... Eta había matado a toda mi familia.
P.-¿Es posible perdonar?.
No, hay cosas que no se pueden perdonar. Para perdonar lo primero es que pidan perdón. Pero nadie, ninguno de sus asesinos, ha pedido disculpas.
Declaraciones de Álvaro Cabrerizo, víctima del terrorismo de ETA al periódico El Mundo, 26 de noviembre de 2006. En el atentado de Hipercor fallecieron su mujer Carmen de 36 años y sus hijas Sonia de 16 y Susi de 13.
La mafia esta llena de odio. El carrete de la cámara, se ha detenido ¡clic!-. Un fogonazo estéril, mezquino, avanza cubriendo a las hienas que negocian perdón y contrapartida.
Mientras el dolor de este hombre grita, por un remedio casero e inexistente.(1)
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