Aquella mañana el salón de la casa parecía ser más grande. Me incorporé y fuí hasta un gran ventanal, corrí las cortinas, se veía todo el valle. Desde el final del páramo alguien me observaba. Era el potro que saltaba y se erguía lustroso y ágil.
13 marzo 00:04
_¿Vd. piensa que la tumba podría esconder algo?. El sepulturero se movió inclinado en su bastón. Intentaba mantenerse erguido y mostrar cierta contención ante los recuerdos. Dio unos pasos y se sentó en una tumba vecina. La lápida que eligió, era de un tal González el tuerto. El camposanto estaba rodeado por una tapia alta y protegido por la antigüedad de árboles gigantes. Una suave ondulación del terreno le recorría de norte a sur como un temblor impreciso y frío. _Intuyo dijo el sepulturero lo que quiere Vd. encontrar. Es sopa, o sangre, o vísceras. ¿Sopa?. _Dinero -respondió con astucia. Antiguamente a los muertos los metían en el cajón y con ellos ponían la platita. No ve que hay varias tumbas abiertas a nuestro alrededor. Di un giro con mi mirada y observe que el mármol roto de las fosas disimulaba los restos esparcidos. No había pensado que fuera esa la explicación, mas bien, lo había adjudicado al abandono de sus habitantes. _¿Y porqué la de mi padre no?. El era, el odiado. Su tumba junto con la familia Patricio, para los choros son intocables. La brisa al mover su sombrero se parecía un latido y esta noche tibia e infeliz daban a la situación un aire inútil. _Siga cavando ordenó el viejo. Siga. Empuñé la pala e hice presión en la loza para arrebatarla de aquel sueño inmortal.
12 de marzo
Abrí el sobre. Una colección de fotografías con mi padre y la yegua me retrajo hacia aquellos años que había olvidado inexplicablemente. No había ninguna de mi madre. Ocasionalmente la viuda aparecía en las más modernas. Sus fotos le mostraban joven, arisca y de buen porte. Los labios y pómulos insinuantes se volvían al contacto de la sepia marrón y ajada una crispación insolente y buscona. Separé el material en dos juegos. La del nervio amoroso e ingenuo de la familia. Y la de de ella, y su ambición gradual e intrigante.
¿Es Vd. el patrón?. Al abrir la puerta, estaba frente a mí, un hombrecillo flaco y rígido de espalda. Sus botas tiznadas de polvo cercano al río me recordaron a la descripción del sepulturero. La señora me envía para que me ponga a su servicio. _¿Cómo se llama?. _Válio. ¿Y Vd. que sabe hacer?. _Lo que me pida. Limpiar el corral, hacer de comer, hasta preparar la próxima cosecha. _¿Y aquella furgoneta?. Es para Vd.. La señora me ha dicho que no se preocupe por el gasto. _Vale. Pase. ¿Sabe Vd. hacer café?. Ahora mismo se lo preparo.
13 marzo 00:05
De tanto meter la pala, ya casi había terminado de abrir la fosa. Un féretro marrón y dorado navegaba en la húmeda lava de los muertos. Miré al viejo. Parecía dormir apoyado en el mármol. ¡Eh!. Su sonrisa se encendió clara y brillante. Dijo: Ahora debe abrir con esta llave por el lateral de la izquierda mientras con su mano derecha extendía algo brillante. Me acerqué hasta él y recogí la pieza. Se me ocurrió preguntarle: ¿Vd. tiene todas las llaves del camposanto. Si. Su sonrisa se convirtió en sal gruesa sedienta de intriga. Me agaché hasta sentarme al borde de la tumba. Con ello intentaba dejar que mis piernas llegaran al final de la fosa. Sentía como el viento lamía la tierra reseca y la incrustaba en mi espalda. En ese momento comenzó a llover con ganas. En una comarca de sal y secano a esa bendita noche le interesaba despertar en un aguacero. Miré en dirección al viejo, él se había refugiado en el templete de los Patricio. Intentaba concentrarme en mi trabajo, pero el barro se agarraba a mis piernas succionándolas hacia abajo, mientras el lodo se metía en la camisa. El rectángulo en el que estaba se había cubierto de líquido y el féretro flotaba libre yendo a dar con fuerza contra mis espinillas mientras las apretaba con asco y violencia. No sabia si tirar para atrás o acabar la faena. En aquella desesperación logre meter y girar la llave. La tapa cedió.
12 de marzo
_Dígame: ¿ese potro se puede montar?. Mi pregunta apareció natural desde el ventanal que me remitía al corral. _Yo no se lo aconsejo. Desde que la yegua tuvo el mal parto, el potro ha crecido con fuerza y libre. Le intentaron domar muchas veces pero fue imposible. Válio me alcanzó la jarra de café. Sígame. Decidí caminar detrás de él hasta el corral. Ver aquel animal tan cerca imponía. El potro miraba de lado y parecía en tensión. Le pusimos heno y cambiamos el agua. ¿Y si le soltamos?. No volverá respondió Válio. Levanté la cerca y dejé al animal hacer lo que quisiera. Desconfiado bebió agua y se mantuvo en su sitio.
Ese día, pensé que seria interesante pasar por la posada y recoger mis cosas. Pero al disponer de una furgoneta, decidí acercarme hasta la casa de Los Patricio. Mi compañero no quería ni oír hablar de esta gente. Al llegar a la calle Compromiso 10, nos encontramos con una casa grande y espaciosa, ella sola ocupaba la ribera. A lo lejos se veía actividad agrícola. Los campos nacían a su espalda. Nos detuvimos en la puerta y baje sin miedo pero no sin cierta aprensión. Válio me había dicho que preguntara por José -era el hermano mayor. El escuálido de vejigas azules que vivía con la Viuda era el segundo de ellos y el más pequeño se llamaba Victor. Pulse el timbre y me abrió una señora de aspecto tranquilo. _¿Qué desea?. _Soy Grande del Cabo. El hijo de Sun. Quisiera hablar con José. Ahora esta en el campo -respondió. Si coge por el camino lateral, a un kilómetro le encotrará con la cuadrilla. Me volví y busqué ese camino. Bordeaba el río sin atravesarle hasta girar y alejarse hacia la izquierda. Me interné en un campo de viñedos bien cuidados, verdes y llenos de uva blanca. Un grupo de hombres me seguían con su mirada mientras me acercaba al núcleo. Desde el interior de la reunión, un hombre alto, bien rollizo, se irguió y dijo: _¿Qué quiere?. _Soy . ¡Ya lo sé!. _Me interesa hablar con Vd. _No hay nada que hablar. ¡Márchese!. Intente acercarme, pero los hombres se movieron hacia mi en una danza coordinada y amenazante. Decidí retirarme, pero solté un farol levantando un poco la voz: ¡su familia le debía dinero a mi padre. Soy su heredero y he venido a cobrar!. Fue un disparo en la sien. El tipo se vino hasta mi hecho una furia. Me temblaban las piernas, creía que me metería el machete en la nuca. Se detuvo a un metro. _¡Sepa que todo esta pagado. Sepa que esta es mi propiedad y le podría cortar en dos!. ¡Solo un papel que diga lo contrario le haría a Vd. respetable!. Bajando la voz agrego: pero no lo tiene. Escupió el suelo y se dio vuelta para regresar hasta sus hombres. Decidí tirar hacia atrás. Debo decir que el no lo tiene, no comprendí si era un desafío o una confesión de parte.
La tapa acabo de saltar por los aires y se fue flotando unos metros. Creía que encontraría a mi padre, pero un lote de piedras llenaba el féretro. ¿Para qué tanto trabajo?. El asco y lo empapado que estaba me hizo sentir un derrotado. Empuje el cajón y desenganché mis piernas del fondo. Me puse de pie y camine hasta el templete donde estaba mi amigo. El levanto sus cejas con cierta extrañeza. Solo piedras -añadí. El buscó en su bolso y saco de allí dos vasos y una botella pequeña de tequila de heno. Sirvió aquello y me acerco uno de los vasos. Bebí mecánicamente. El dijo, mientras ampliaba la boca y dejaba salir una sonrisa blanca y alegre: _El papel que ellos buscaban lo tengo yo. _¡Cojones!. ¿Para que me he puesto hecho una mierda?. Hombre; tú debías convencerte y yo saber si estaba aquí el cuerpo. _Pues. ¿Dónde estará?. _Dios dirá. ¿Y qué dice el papel?. Es la deuda que Los Patricio tenían con tu padre. _Ya. ¿Y quien tiene narices de irles a cobrar?. _Tú. En esta comarca las deudas son sagradas. _¿Qué hacemos?. ¿Tapó la fosa?. _Para qué, solo faltaba violar esta tumba y la del templete. ¿Cuándo me darás el papel? -pregunté. Si te lo doy, te matarán. Lo he puesto dentro de una de las serpientes que cuelgan cerca del horno de mi casa. La tercera de la derecha. Bebimos otra copa, le ayudé a ponerse de pie y le acompañé hasta su casa. Antes de despedirnos le pregunté por José el hermano mayor de Los Patricio. ¡Ah!. Es cínico y perro, al límite de la rabia. Camina despacio y arrastra un poco la pierna derecha. Mata con el machete. Ellos son tres hermanos que se odian pero se defienden. ¡Ven!. Le acompañe hasta la nave donde aún hace los féretros con ayuda de un chaval. ¡Ves!. Un cajón pequeño, de color negro reluciente, forrado por dentro con tela roja de seda, estaba frente a nosotros apoyado en dos caballetes. Es para José -dijo. Mi sorpresa era mayúscula y el lo percibió. Le cortaremos en trozos y le meteremos aquí -sentenció.
Esa tarde bajé hasta el corral. El potro se había marchado. Serví forraje y agua. Miré a mí alrededor. Él pastaba en un pequeño vado del terreno. Al verme, luego de unos minutos se acercó hasta la comida. Le tenía a dos metros, su respiración producía un sonido seco. Me encontraba paralizado ante su belleza, un color negro, rudo, descansaba en una piel lisa y brillante.
12 de Marzo
¡Le has dado la casa de la colina!. Furioso, Ben Patricio -su amante, el segundo de los hermanos se sintió con ánimo de recriminar a la Viuda una de las decisiones de la noche anterior. Pero Marta Cárdenas se contuvo y dijo: _La casa era suya. Su padre fue muy claro antes de morirse. Pero no hubo testamento argumento Ben. _Precisamente, como el no lo sabe, te aconsejo que seas prudente. Ben haciendo un giro con una de sus manos quiso dar mas teatro a su enfado al decir: ¿Cómo se permite ir hasta casa de mi hermano y reclamarle una deuda?. _¿Y?. No seas estúpido. La deuda no existe. Si te das por aludido confirmarás sus dudas. Si sigue le mataremos insistió Ben. Ella dejó ver una media sonrisa: _¿Necesitas de tus hermanos para la tarea?. La última observación le encendió aún mas, Ben se acercó hasta plantarse a medio metro de ella, levantando el dedo en tono acusador dijo: _¡Todo me lo debes a mí!. ¡Cuidado con cambiar de nido!. La Viuda se apartó, y le advirtió: _Tu y tus hermanos están encima de un barril de pólvora por aquel suceso desgraciado. Pero dudó entre marcharse o escucharle. Al darle la espalda, él intentaría recomponerse diciendo: estamos en el mismo bando. Ella no le permitió tanta confianza y se marchó.
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