OPINIÓ
22-06-2011 23:50
Subscriu-te gratuïtament i rebràs cada dissabte el nostre butlletí amb els articles d’opinió i notícies més destacades del nostre diari. Apunta’t ara!
Los que nos hemos pasado la vida pateando las calles en manifestaciones porque nacimos indignados, sabemos que no hacen falta ni polis infiltrados ni perroflautas esnifados para caer en la violencia.
Ciertamente, la indignación ante la injusticia y la barbarie puede derivar en furia incontrolada. Pero también es cierto que dentro de los grupos que luchan por las causas más justas existen minorías de ególatras iracundos que desean, aún a costa de cargarse el buen trabajo de los demás, hacerse con la foto de portada y el aplauso de los seguidores natos quienes, incapaces de actuar según su conciencia, los aplauden e imitan.
Desafortunadamente, estos personajes son los que atraen los focos de las cámaras y crean la impresión de que representan a todo el movimiento, ofreciendo en bandeja las razones para desacreditarlo. En el caso de los acontecimientos del Parlament, consiguieron redimir a Felip Puig y a sus muchachos, y perder la confianza de cientos de ciudadanos.
Aun así, la inmensa manifestación del 19 de junio, pacífica a pesar de algún conato de violencia reprimido, muestra que este movimiento sigue siendo lo que necesitábamos. Por esto, no acepto la tibieza de los portavoces del movimiento en la rueda de prensa del día después de los hechos en el Parlament, ni las excusas del sempiterno grupito de intelectuales aduladores que declararon que los hechos ocurridos en el Parlament se “sobredimensionaron”. Zarandear a un ciego, por muy diputado que sea, y darle tirones a su perro, sí que es sobredimensionarse, pero en bajeza. Este tipo de acción, entre otras, basta para echar sin contemplaciones a los energúmenos que seguirán horadando el movimiento desde dentro. El activista y objetor de conciencia Martí Olivella insta a “hacer una profunda autocrítica y reconocer gente dentro que defienden la agresividad”, una agresividad hacia la que el mismo Stéphane Hessel expresó “un firme rechazo” y que calificó de “intolerable”. Suscribo las palabras de estos dos sabios para lanzar una súplica urgente.
Cristina Pérez Capdet
PUBLICITAT
PUBLICITAT