Vegueria del Penedès

ENCANAL Nº1

Entrevista a Enrique Vila-Matas


Pere Agramunt

19-09-2001 0:00

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Escritor y crítico literario, Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948) hace ya unos cuantos años que adoptó un par de premisas básicas para sobrevivir a los percances de su oficio. En esta entrevista nos da fe de ello. De cómo hacer llevadera una situación desfavorable y otras ingeniosas desfachateces…

Encanal: Una de las anécdotas más curiosas que ha circulado en los cenáculos literarios estos últimos años, viene a dar cuenta de unas entrevistas que usted nunca llegó a realizar. ¿Podría desempolvar la hazaña?

Enrique Vila-Matas: Veo que casi soy más conocido por esas entrevistas que por mis libros. ¡Qué curioso! Fue un trabajo para la revista Fotogramas. Me encargaron traducir una entrevista hecha en inglés a Marlon Brando y acepté sin tener idea alguna de dicho idioma. Por tanto, la opción más inmediata era inventarse la entrevista de arriba a abajo. Así lo hice y quedé tan satisfecho con ella que no tuve reparo en volverlo a hacer.

E: ¿A quién más entrevistó, si se puede saber?

E.V-M: Pues a Rudolf Nureiev (bailarín ruso) con el que me vi casi obligado a rescatar el método. Resulta que la noche anterior (a la entrevista) estuve hablando con él y tuvimos una fuerte discusión. A la mañana siguiente no podía presentarme delante de él como si no hubiese pasado nada, lógicamente. Otra sobre la que he hablado algunas veces es la de Anthony Burgess (escritor, autor de La naranja mecánica). Llegué al encuentro con la entrevista hecha de antemano y así se lo dije. A él le pareció muy bien, me felicitó y me dijo que así dispondría una hora de descanso dentro de ese abominable día de promoción.

E: ¿No tuvo problemas con las revistas para las que trabajaba, al ingeniar ese peculiar subgénero literario?

E.V-M: La verdad es que no tuve problemas, aunque el fraude se descubrió al cabo de diez años (la entrevista a Brando) y claro, el tiempo puede maquillar ciertas cosas. Pero esa fama es en parte injusta. Yo no inventé nada que no se hubiese hecho con anterioridad.

E: Con anterioridad… ¿y alevosía?

E.V-M: No creo que hubiera intención alevosa por mi parte. Porque un delito es alevoso cuando tomas precauciones para evitar riesgos, ¿no es así?

E: Sí, creo que algo por el estilo. ¿Cuando es premeditado, no?

E.V-M: Bueno, premeditado sí que era. Está claro que antes de llevarlo a la práctica tuvo que rondarme por la cabeza varias veces.

E: Dejemos el siempre clarificador tema jurídico y hablemos de su trayectoria como escritor. ¿No le disgusta ser más conocido en Portugal o en México que en su propio país?

E.V-M: No acostumbro a dar mucha importancia a ese hecho. El que sí suele dársela es mi editor (Jorge Herralde). Yo ya decidí, hace algún tiempo, que si quería llegar a ser alguien tendría que cambiar de país.

E: Su última obra, Bartleby y compañía (publicada por Anagrama), está recibiendo elogiosas críticas. ¿Se encuentra a gusto con su status de autor de culto?

E.V-M: A todos los escritores nos gusta que nos reconozcan nuestra obra. Pero el verdadero valor de un autor y de toda su obra sólo se puede determinar una vez ha pasado cierto tiempo prudencial. El tiempo que criba lo esencial y olvida lo efímero.
Lo de “autor de culto” es un eufemismo gracioso. Seguro que empezó a usarse el día que alguien tuvo que repetir varias veces: “la verdad es que no vende casi nada, pero me parece que se ha reconocer que no escribe tan mal”.

Llegados a este punto la charla podría haber continuado por otros derroteros, como podría haberse evaporado suprimiendo todos los espacios y las letras que deambulaban indecisos en la pantalla de cristal líquido. Tal vez la picardía literaria de Vila-Matas le sirva a alguien en el futuro. Tal vez antes de escribir esto ya había servido para algo.

Pere Agramunt

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