Vegueria del Penedès

Los empollones


Juan Re Crivello

02-10-2006 21:12

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Hace unos días ha llegado hasta mis manos una entrevista publicada en La Vanguardia a Olaya Fernandez y Adrià Piñol. Los dos tienen la particularidad de haber sacado en los exámenes de la Selectividad una nota de 9,92. Hasta aquí no tendría nada de nuevo esta noticia y vendría a ser una de las serpientes que el periodismo acostumbra a servirnos cada año. Pero este autor al profundizar en la entrevista ha descubierto un pozo de sentido común que nuestros gobernantes de izquierda y derecha no se atreven a considerar.

“Para sacar buenas notas sólo hace falta que te guste lo que estás haciendo y constancia, trabajar cada día. Lo peor es aburrirse y en mi caso me pasó en la ESO…” –afirma Adria. Para Olaya “es que el problema de este sistema es que te lo dan muy masticado”.
Un elemento en común diríamos que reside, en la falta de empatia entre el profesorado y sus alumnos, lo que impide alterar la estructura de las clases provocando un aburrimiento o desmotivación general. Acto seguido me preguntarán ¿Cómo se motiva a los que nos aceptan ser estimulados?. Tal vez encontrando cauces para una educación diferente para dicho sector. Ante esta situación, los dos entrevistados afirman al respecto, por ejemplo Olaya: que “uno de los problemas es la obligatoriedad de estudiar hasta los dieciséis años. Esos alumnos que a los catorce ya lo quieren dejar y a los que se obliga a seguir en los institutos molestan y, muchas veces, son la causa de que se baje el nivel de enseñanza”. Para Àdria “hay profesores que desaceleran por culpa de esos alumnos que no dan el nivel. Los hay también que no modifican el ritmo”.

La diferencia de los ritmos es un elemento a considerar, ¿porque aceptamos como correcto que al ir a una academia de ingles nos hagan una prueba de nivel para luego establecer los diferentes grupos?. Ante esto dirá Olaya: “me pusieron en la clase en la que estaban los más chungos y el ritmo te seguro que era mucho más bajo que el de la otra en la que estaban los más aplicados”.
El nivel esta asociado a saber trabajar con método superando la educación memorística y en este aspecto ambos mencionan dos elementos abandonados desde hace tiempo por la educación oficial como la lectura y el calculo mental. Para Olaya a la primera la define al afirmar “es que yo he visto a compañeros de ESO leer en voz alta como si fuesen niños de siete años. Cuando acaban, les preguntas sobre el contenido del texto y no se han enterado de nada, ya que el esfuerzo que han tenido que hacer para la lectura ha sido tanto por la falta de hábito que no han comprendido nada de lo que allí había escrito”. Para Àdria “con el calculo mental pasa casi lo mismo. Hay estudiantes que necesitan la calculadora para multiplicar seis por cuatro” -u ocho por nueve agregaría este autor.

Mas de uno de nosotros recordara a los profesores que van de buen rollo pero, ¿qué ocurre ahora en los institutos donde la violencia es un elemento a considerar?. Olaya afirma: “la lástima es que ese profesor que van de buen rollo acaba siendo victima por norma general, del grupo de alumnos que no quieren estudiar”. Àdria dirá al respecto al respecto “que ahora el profesor suele ir de buen rollo con los alumnos. Me gusta, pero si yo fuese profesor no seria así”.
Buenas o desacertadas estas opiniones nos plantean una seria reflexión sobre el modelo escolar. ¿Y si algo esta en crisis porque no hacer una reforma de la reforma?. Probablemente entre los profesionales de la educación esta palabra suena a peste. Quizás elevar el nivel de la calidad con sutiles decisiones seria más correcto y más sencillo.

Publicado en La Vanguardia, 10 de septiembre de 2006

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