La gran decepción

Crónica social de la gran corrida

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La corrida del 17 de junio en La Monumental de Barcelona fue grande. Volvió a los ruedos el torero más grande, y la asistencia a la plaza fue la más grande en años, gracias al mayor esfuerzo jamás realizado por la Plataforma por la Defensa de la Fiesta para crear la ilusión de que la afición taurina en Barcelona sigue siendo grande. Para eso se fletaron grandes autocares de toda España que invadieron nuestra ciudad con miles de criaturas extrañas vestidas de domingo manchego para recordarnos que “esto es España, muertos de hambre”.

Así increpaba un orondo señor a las miles de personas que, ese mismo día, formamos parte de la manifestación antitaurina más grande de la historia. Le apoyaban otros caballeros, entrajados y encarajillados para la ocasión, acompañados de folklóricas enfajadas hasta la yugular para marcar cimbreantes posaderas y no desentonar en elegancia con la aristocracia presente. Algunos manifestantes incluso llegamos a esperar que alguna de tales damas se arrancara con un “Ay pena penita pena, peeeeena...” para hacerle coro, pero no hubo manera porque a tal ocasión había que darle un toque de modernidad. Para ello se invitó a la corrida a personajes de la actualidad, cosa que jamás podremos agradecerle lo suficiente a nuestra querida Plataforma, porque con semejante movida destaparon una olla de grillos y abrieron los ojos de los que todavía creían en las bondades de algunos de estos personajes.

Y así, en los periódicos del día después pudimos contemplar a Serrat y a Sabina deleitándose ante la matanza. Aunque no a todos les cogió por sorpresa tal imagen. A algunos implacables que no perdonamos a la dictadura ni la menor de sus gracias, el noi del Poble Sec siempre nos ha dado pelín de grima. Sus canciones bonitas pero nada comprometidas hicieron el deleite en los años 60 de un régimen que, gracias a algunos progres como él, quería demostrar que no era tan fiero como lo pintaban. Que cante en catalán el muchacho, hombre, que vean que aquí somos abiertos, total para lo que dice... Era tanto el cariño que Serrat inspiraba en la España de entonces que hasta se le invitó a cantar en Eurovisión, pero ahí sí, para salir al exterior sólo podía hacerlo en castellano. A este honor, el nene rebelde dijo que o cantaba en catalán o no cantaba, o sea, que si se lo hubieran permitido hubiera salido encantado a representar a la España franquista. Eso sí, Serrat tiene de tonto lo que yo de astronauta, y supo aprovechar la inminente caída del régimen uniéndose a varias protestas en los años setenta. Por ejemplo, en México se declaró en contra de las últimas ejecuciones políticas. Gracias a esto le llovieron contratos en toda América Latina y se convirtió en un símbolo de libertad. Por suerte, el 17 de junio vimos más claramente que a Serrat siempre le ha gustado mirar los toros desde la barrera.

Al lado de este señor, su amigo el alternativo estudiaba, para variar, su pose espontánea. Y es que Sabina siempre será un adolescente desesperado por impresionar. ¿Cómo, si no, podría llegar a causarnos tanta piedad con frasecitas como “en la cárcel hay más gente buena que fuera” o (después de superar un infarto cerebral) “ya estoy bien de las tres piernas”? Si bien en ambas declaraciones podía decir verdad, la ostentación repetitiva que hace de su alcoholismo y drogadicción demuestran que no tiene ni idea de lo que es una cárcel y de las vidas que se pudren el ella gracias al alcohol y a las drogas.

Pero hay que ser justos y recordar que otro de los asistentes, Albert Boadella, sí luchó contra el franquismo y sí sabe lo que es la cárcel. Lástima que cuando se escapó de ella y huyó a Francia se olvidara de sus compañeros de Els Joglars todavía presos, montara otra compañía y se agenciara en exclusiva la autoría de La Torna, obra que en realidad habían escrito entre todos. Su egocentrismo patológico lo llevó más tarde a ponerse en evidencia en su autobiografía, Memorias de un Bufón. Pero parece que pronto se dio cuenta de que el libro sólo lo leyó su abuelita, pues se atrevió a enfrentarse a una animalista que le echó en cara su afición a los toros diciéndole que él siempre había respetado a los animales. Fue una pena que alguien ya hubiera encontrado el capítulo del libro en el que Albert se jacta de haber apuñalado a un perro hasta la muerte. Eso sí, era el perro de una familia de pasta, un símbolo del poder. Todo un héroe proletario el Albert.

Aun así, a nuestros traviesos contestatarios no les importó compartir jarana con la mayor latifundista de España, la Duquesa de Duquesas, en cuya cara de globo en pleno desinfle poco podíamos ver si disfrutaba del espectáculo o si andaba preocupada por si a su regreso a casa volvería a estar esperándola otro grupo del sindicato de obreros del campo para echarle en cara la histórica costumbre de exprimirles hasta la esperanza, y encima ir alabándoles con joyas verbales como “gentuza” o “delincuentes”.

Menos aún les molestaría compartirla con otra aristócrata, que esta inefable presentadora de programas de gran interés sociocultural siempre ha sido una adelantada. Mujer sin pelos en la lengua donde las haya, Merceditas ha hecho las delicias de los telespectadores a la hora de la cena con frases como (a raíz de romperse los hombros esquiando): “No puedo ni bajarme las bragas”. Tras la forzosa irrupción de esta imagen en la mente de los televidentes, se supo que esa noche muchos de ellos decidieron practicar un saludable ayuno.

Mucho más fina y discreta, y acostumbrada a lidiar con las arremetidas de los cuernos como buena esposa de torero, se presentó a la corrida Arancha del Sol, que ese día no nos deleitó con la inteligente verborrea de pasarela provinciana a la que nos tiene acostumbrados.

Y para finalizar no podía faltar la delegación socialista. Así pudimos ver a Carmen Calvo, esa señora que parece que le hayan dado el trabajo para que luzca tacones, y que ha puesto en evidencia el nivel actual de la cultura española con comentarios como: “Estoy en contacto con la familia (de Rocío Jurado durante su enfermedad) y sé que ha sufrido un infarto cerebral”. Ambas frases fueron desmentidas de inmediato por la familia de la enferma.

A buen pasito llegó también David Pérez. A pesar de ser sólo un diputado más del PSC, lo consideramos tan nuestro como cualquier cólico estomacal. Aunque en esta ocasión no se le vio con la carterica bajo el brazo ni frotándose las manos, estamos seguros de que saludó efusivamente a sus amigos de la Plataforma, que no es cuestión de caer antipático y dejen de contribuir tan generosamente a la financiación de su partido. Y es que la pela es la pela, en algo tenía que ser catalán el PSC.

Por fin, aunque nuestro President no asistió, sí lo hizo su esposa. Ya se sabe que el presidente es un hombre del pueblo y apoya las aficiones del pueblo, aunque sean las de cuatro pueblerinos frente al setenta y uno por ciento del resto del pueblo, que las detesta. Por ser hombre del pueblo se fue a vivir al pueblo de Sant Just Desvern aun siendo todavía alcalde de Cornellá, y lleva a sus hijos donde los lleva todo el pueblo, a un colegio alemán. Supongo que será para que convivan con niños inmigrantes...de Alemania o Suiza, por ejemplo. Pero no hay que banalizar la política, como ya dijo él mismo refiriéndose al programa Polònia. Bautizado desde tales declaraciones como el Presidente Ameba, este señor ya no sabe qué más hacer para seguir cayendo tan bien. Por lo pronto yo, que también soy una banal y no tengo ni idea de biología, me pregunto qué es en realidad una ameba y para qué carajo sirve.

Efectivamente, la gran corrida fue también la gran decepción para los que todavía admiraban de alguna manera a alguno de sus populares espectadores. Aunque al fin y al cabo, detrás de su imagen nunca hubieran sido demasiado admirables. Pero no perdamos la perspectiva, lo peor que ocurrió fue lo que sabíamos que iba a ocurrir. Seis toros muertos, seis. Seis toros previamente afeitados, drogados y cegados para que los siniestros diestros no fueran a mancharse demasiado de sangre las lentejuelas. Seis toros muertos de la manera más atroz para la suprema satisfacción de dieciocho mil mentes atroces.

Cristina Pérez Capdet
LIBERA


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