Raúl Basas |
26-02-2008 23:01
En su cuento Escenas de la vida deportiva el maestro Roberto Fontanarrosa narra los desvelos de un grupo de amigos que se dispone a jugar un partido de fútbol contra otro grupo de amigos en una cancha de las afueras. Comienza el sufrimiento cuando se acerca la hora del partido y los equipos que tienen ocupado el campo no hacen intención de marcharse. Todos preguntan al Ruso que se había comprometido con la reserva. El Ruso contesta a sus compañeros que no hay reserva; que el día anterior se había pasado toda la tarde lloviendo, y no salió de casa; pero que no se preocupen porque le une una especial amistad con la "vieja" que cuida el campo, y no habrá ningún problema en jugar a la hora prevista. Será la primera de una larga lista de preocupaciones previas a la disputa de cualquier pachanga.
- ¡La bola! ¿Dónde está Pepe? - Pregunta otro jugador acordándose de que Pepe, encargado de traer la pelota, aún no ha llegado. De nuevo cunde el nerviosismo que sólo desaparecerá al ver llegar el coche rojo de Pepe.
No han acabado aquí los quebraderos de cabeza. Los jugadores han ido llegando al campo en un lento goteo; sin embargo, cuando en los minutos previos ambos equipos hacen recuento, ninguno de ellos ha conseguido reunir once jugadores. Otra vez los nervios se apoderan de los presentes, y habrá quien no pueda reprimir un sonoro juramento.
Para alivio general, y como si se hubieran puesto de acuerdo, los rezagados de ambos equipos llegan justo sobre la hora, y en el último momento pueden completarse las dos formaciones. Con los jugadores ya sobre la cancha el partido está a punto de comenzar, pero entonces Miguel (el más puntual de los veintidós, autor de la frase del encabezamiento) con las prisas comete un error al tratar de inflar la pelota, y la pincha con la aguja del inflador. Nadie más ha traído otra pelota. Tampoco la "vieja" encargada de la cancha guarda ninguna, y no se ve a nadie por los alrededores que pueda prestarles un balón. El partido tiene que suspenderse, y los dos equipos abandonan la cancha entre maldiciones.
Aquí comienza la crónica de un partido que, aunque tuvo su agonía e incertidumbre, afortunadamente sí llegó a disputarse.
Los once jugadores que presenta Supernova consensúan una formación que trate de contener la previsible avalancha de Fincas Voramar. Los inmobiliarios, por no hacer mudanza en su costumbre, son multitud, y por la intensidad de sus ejercicios de calentamiento, se puede sospechar que saldrán desde el primer minuto a por el partido. Así ocurrió. Córner que lanza desde la izquierda Fincas Voramar y remata al poste un defensor incorporado al ataque. Dos paradas antológicas del Rorro Leiva evitarán que los inmobiliarios se adelanten demasiado pronto en el marcador. Pasados estos sustos, los de Sitges se encuentran en el campo y gozarán de dos oportunidades consecutivas. Falta que lanza Neil, y el legendario, ganándole la espalda a su marcador, remata con su pierna derecha para lucimiento del portero de Fincas. En el córner que sigue a continuación un remate de cabeza del chicharrero estará a punto de adelantar a los locales. No fue así, y lo que llegó a continuación fue un monumental estacazo del hechicero de Comunión a un delantero de Fincas que el árbitro, incomprensiblemente, ni vio, ni oyó, pues dejó seguir la jugada como si no hubiera pasado nada. Al menos así lo pareció hasta que llegó una caída dentro del área de un delantero visitante de nuevo escoltado por Aldo, y esta vez el árbitro, quizás acordándose del estacazo anterior, señaló penalti para desconcierto de todos; 0-1. El segundo gol visitante llegaría en una jugada con tres inmobiliarios en posición de fuera de juego, pero, al no señalar el árbitro la posición antirreglamentaria, aquello pareció el contraataque del siglo, y, cómo no, acabó en gol; 0-2. Una falta al borde del área supuso el tercero; 0-3. Con este resultado, tal vez demasiado abultado, se llegaba al descanso.
En el segundo tiempo la entrada de Diego, el mariscal del área, y la marcha del legendario reestructuran el equipo. Tal vez en un acceso de locura propio de la situación, los de Sitges se conjuran el los momentos previos, y, automotivándose con la promesa de una recompensa orgiástica, se habla de empatar el partido, e incluso remontarlo. Y a fe del cronista que hubo algún momento, especialmente al comienzo del segundo tiempo, en que la orgía pareció posible. Robo de balón en el centro del campo, el pase de Samy deja solo al Kun delante del portero que detiene su remate de forma prodigiosa. Un remate de nuevo del Kun pudo suponer el primer gol de los locales, pero otra vez el portero inmobiliario se interpuso entre el Kun y la red. A la tercera va la vencida. Pase de Raúl a Sebas Leiva que desborda en velocidad, centra al desmarque del Kun que, esta vez sí, pone el que sería definitivo 1-3 en el marcador. Poco más habría que destacar en este segundo tiempo en el que Supernova apeló al orgullo para salir del campo con dignidad, y así lo hizo.
Raúl Basas.
A Eix Diari creiem que un periodisme de proximitat, independent i sense pressions és més necessari que mai. La nostra feina és explicar el que passa al teu voltant amb rigor i compromís, però només és possible amb el suport dels nostres lectors.
Si valores la nostra feina i vols que continuem oferint informació lliure i plural per a tot el territori, fes-te subscriptor avui. El teu suport fa la diferència.
Subscriu-te ara!Però si ara no et pots subscriure i vols seguir al dia de les notícies més importants, uneix-te als nostres canals:
Segueix-nos a WhatsApp! Segueix-nos a Telegram!