Magda Bandera |
10-09-2005 13:40
Uno de los actores murió hace algún tiempo, no sé cuándo, probablemente antes de cumplir los treinta.
Después de la proyección hablamos de todos los compañeros que se quedaron por el camino. Recordamos a los que han muerto, son demasiados para poder comprenderlo. Otros pasaron por la cárcel, alguno aún sigue allí. Varias chicas se quedaron embarazadas siendo adolescentes, conocemos a una que ya es abuela.
Llevo todo el verano dándole vueltas a aquella generación y a aquel barrio, rodeado de lugares demasiado siniestros para una mente infantil. Justo enfrente de la puerta del colegio está el cementerio. Solíamos jugar en los terrenos que hay detrás, en lo que llamábamos el Campo de los Muertos. A mitad de mi calle estaba el Matadero Municipal y más de una vez me tocó estudiar de madrugada con los chillidos de los cerdos que estaban matando de fondo. A pocos metros estaba la cárcel. Los actores de la película fueron a filmar unas escenas a los calabozos. Era sobrecogedor oír a uno de ellos explicar en el making off lo mal que lo pasó rodando allí dentro. Ese día supo que no quería volver a entrar en aquel lugar nunca más.
Pienso a menudo en la gente que vivía en el Tacó, pero supongo que los recuerdos se reavivaron cuando leí el pregón (el convit a la festa) de mi ciudad el pasado 4 de agosto. Con aquel texto intenté explicar lo difícil que es integrarse a veces, cómo a menudo todo es cuestión de suerte, una lotería. Muchas veces depende de recibir ayuda a tiempo, de que alguien te eche una mano.
Eso le dije al hermano de un antiguo compañero que acaba de salir de la cárcel cuando lo vi casualmente en la calle un par de días después. Es tremendamente tímido, apenas si me miraba a la cara. Me dijo que había oído el pregón, que se alegraba de que hubiera hablado del barrio. Luego me contó que se metió en el lío de un modo absurdo, pero que no volvería a pasar. Eso sí, esta sociedad es una mierda, me dijo. Tienes toda la razón, le contesté. Fue bonito reírse con él. Dice que ahora casi no habla con nadie. A algunos les da corte pararse porque no quieren sacar el tema. Está convencido de que todos le ven como a un bicho raro.
El año en que yo acabé octavo de EGB sólo pasamos a BUP cuatro alumnos de mi colegio. Los estudiantes del Tacó teníamos fama de salvajes y probablemente muchos de aquellos niños lo eran a su manera. Era lo que se esperaba de nosotros. Y en consecuencia muchos se comportaban de ese modo. Nuestro barrio era marginal geográfica y socialmente. Fue doloroso verlo tan claramente en aquel video. Carmen y yo lo hablábamos esta tarde mientras tomábamos café. Sonreímos mucho durante la proyección e incluso reímos con aquellas ocurrencias, pero también salimos de la habitación con algunas preguntas inquietantes: ¿Por qué? ¿Por qué a veces todo tiene que ser tan difícil? ¿Por qué tan poca gente se interesaba por aquellos muchachos?
Durante la proyección estaban presentes el director de la película y algunos de los educadores de calle que impartieron y colaboraron en aquel taller. También ellos se emocionaron viéndola. Las niñas del Tacó les felicitamos cuando acabó, les dijimos que habían sido unos pioneros. Supongo que era la manera de darles las gracias, pero también era cierto. Ahora es frecuente ver iniciativas similares, talleres de video con chicos de las calles de Nueva York y, salvando muchas distancias, los niños palestinos que aparecen en el documental Arnas Children, representando las obras de teatro que les inventaba aquella israelí de fortaleza admirable para que recuperasen su autoestima. La historia de los niños de Arna es dramática. La mayoría están muertos, varios de ellos acabaron siendo terroristas suicidas.
La autoestima.
Tal vez ésa sea la clave.
Los atentados de Londres han hecho que hablemos de los inmigrantes de segunda generación, de su frustración.
Los incendios de París han hecho que hablemos de las condiciones en que viven los emigrantes en nuestras ciudades.
El huracán Katrina ha hecho que hablemos de la pobreza y el racismo en el país más poderoso del mundo.
En el último día y medio he estado viendo la CNN durante horas. Todos esos periodistas en el lugar de la tragedia entrevistando a personas desesperadas apellidadas Katrina victim, enviados especiales que mueven las manos mientras comunican para que se note que están contando la noticia apasionadamente y en directísimo. En el fondo no dicen nada. Buscan historias humanas. Bonito eufemismo. De momento, no he visto historias animales pero tal vez se me hayan escapado.
Pese a todo, estos días han aparecido algunas interesantes reflexiones a propósito de unas fotografías de agencia en las que las personas de raza blanca encontraban objetos y las de raza negra los saqueaban. Empezaron a comentarlas algunos blogs y pronto se apuntaron al carro algunos medios tradicionales. Sin ir más lejos, hoy en el telediario de TVE de las 15.00 horas, Rosa Molló acababa su reportaje diciendo que había comprobado que el color sí importa refiriéndose a una mujer negra que no conseguía que nadie la evacuase de Nueva Orleáns. Finalmente, lo hicieron dos policías. Primero se veía el coche. Finalmente, se resolvía el misterio, la cámara enfocaba a los agentes y, ¡sorpresa!, también eran negros.
Es previsible que en los próximos días proliferen los editoriales y noticias antirracistas. Pero ¿alguien profundizará en el tema o será una moda más? Quien esté interesado en el racismo en Estados Unidos puede consultar, entre otros, los escritos de Robert Jensen, autor de The Heart of Whiteness: Confronting Race, Racism and White Privilege. En su web hay algunos de sus artículos, en los que analiza por qué los Estados Unidos son un país blanco. En Alternet hay uno especialmente interesante que incluye aquellas declaraciones de Bush en las que decía lo siguiente: Hay mucha gente en el mundo que no cree que la gente cuyo color de piel puede ser diferente al nuestro pueda ser libre y autogobernarse. Yo rechazo eso. Lo rechazo de modo contundente. Creo que la gente que profesa la fe musulmana puede autogobernarse. Creo que la gente cuyas pieles no son necesariamente... que son de un color distinto al blanco, pueden autogobernarse.
Los comentarios que siguen al artículo publicado en Alternet son igual de interesantes. Muestran opiniones de todo tipo.
Y ahora acabo ya, que es tarde. Siento haber mezclado tantos temas, pero tengo la impresión de que en el fondo he estado escribiendo todo el tiempo sobre lo mismo.
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