Cerdos y malos aires (P.R., parecidos razonables)

Me he pasado de ambiciosa con la sección “Parecidos razonables”. Tanto que incluso he llegado a diseñar un organigrama con los temas que quería relacionar. Conclusión: o encuentro a alguien que me haga unos dibujitos del tipo conjuntos con intersecciones o me conformo con ir escribiendo posts menos abstractos. Y es que es muy duro esto de ser blogger. Hay días en que se te ocurren tres o cuatro anotaciones y desearías tener un ordenador cerca, y hay otros en que crees que todo es absurdo, te lías y no escribes una línea.

La semana pasada, por ejemplo, salí extraña tras ver “Obaba” con ganas de comentar el machismo de la escena de sexo entre los protagonistas. Desde luego, no pediremos que un actor se ponga un preservativo en el primer revolcón, no es fílmico, y la pedagogía (más o menos barata) queda reservada para los culebrones, pero estas escenas que no vienen a cuento sino a cuenta, puro cálculo comercial, me tienen algo hastiada. En este caso lo de Botto (lo del guionista, debería decir) era de lo más básico. Sin más preparación, sin más preámbulo, penetración automática y ella tan contenta y dispuesta. Eso sí, realista (según la estadística), duró muy poco.

Eso me hizo recordar que cuando era pequeña y me bajaba al piso de mi vecina a ver la peli de los sábados por la tarde empecé a desarrollar cierto feminismo fílmico. Solía buscar en los títulos de crédito si había alguna mujer, porque si no ya sabía lo que tocaba, tiros y más tiros.

Obaba me produjo una regresión extraña porque esa noche me lié a enlazar recuerdos y también me vino a la cabeza el día “en que me hice de izquierdas”. Es una anécdota que mitifiqué de adolescente y ahora me río al recordarla. Fue una tarde en que estaba en el pueblo de mis padres y fui a ver los trece lechones que había parido la cerda del vecino. Algunos eran rechonchos y muy vivos, otros casi transparentes. Los primeros estaban bien agarrados a los pezones de su madre, el resto no encontraba espacio.

Pregunté al vecino qué iba a pasar con los flacos y me dijo que se morirían muy pronto. Y recuerdo que me dio un ataque de indignación porque estaba convencida de que todo era cuestión de ponerle ganas y darles leche de algún modo. He visto montones de veces cómo mis padres salvaban más de un pájaro arrinconado por su madre a base de triturar madalenas, mojarlas con agua e introducirlas después pacientemente en los picos de los pataletes una miga tras otra.

Algún día trataré de escribir con ironía sobre el día revelador en que trece cerdos me traumatizaron de por vida, ahora sólo quiero establecer un parecido razonable o una conexión con el artículo que leí al día siguiente en el Qué del 7 de octubre. No sé qué trato tendrá este diario gratuito (a menudo en todos los sentidos) con Spanair, pero es el que suelen distribuir en los vuelos. Ese jueves publicaban un estudio de la Fundació Jaume Bofill que concluye que “los hombres ricos viven cinco años más que los pobres en Barcelona”. Las ricas sólo le sacan a las pobres tres añitos.

En cualquier caso, ricos y pobres, urbanitas y rurales, tenemos cada vez problemas más parecidos. Es la conclusión a la que he llegué después de escribir el reportaje “Aires bajo sospecha” para el Magazine de La Vanguardia (26 de junio). Intentaré adjuntar algunos links sobre el tema más adelante. De momento, lo relaciono con una cita que aparece en el libro “Muerte y juicio” (pág. 183, Seix Barral), de Donna Leon. Ella habla de una marca de tabaco concreta, pero se podrían escribir muchos nombres de productos. Por suerte, lentamente se empieza a tratar el tema con profundidad. Entre los últimos reportajes en este sentido, destaca el que publicaba El País el pasado día 25 titulado “30.000 productos químicos sin control”.

- Gracias –dijo ella, sacando un encendedor de plástico del bolsillo de la falda y encendiendo un cigarrillo-. Por culpa de éstos se murió mi madre –dijo agitando el cigarrillo ante sí y contemplando el humo”. Yo quería que lo pusieran así en el certificado de defunción, pero los médicos no quisieron. Escribieron “cáncer”, pero hubiera tenido que poner “Marlboro”.



En este sentido, el doctor Josep Ferrís me concedió una entrevista en la que dijo, entre otros que:

“Las autoridades actúan contra los accidentes de tráfico, pero no contra los efectos que provoca la contaminación a causa de los carburantes. Aquí entran en juego la industria automovilística y la petroquímica".

“Interesa más invertir en aparatos de diagnosis y tratamientos que en prevención. Existen grandes lobbies que obtienen beneficios con los aparatos de diagnóstico”.





AIRES BAJO SOSPECHA

Hay bebés que, como Tanit, han sufrido su primera bronquiolitis a los dos meses y desde entonces han sido ingresados una vez tras otra a causa de distintos tipos de afecciones respiratorias. Laura, la madre de Tanit, recuerda que el pasado invierno el broncodilatador que le recetaron estuvo agotado en las farmacias de Barcelona durante un día entero.

Hasta el momento no existen demasiados estudios que relacionen estas enfermedades con el deterioro medioambiental, aunque sí se sabe con toda seguridad que las empeora. Un niño con asma expuesto al humo del tabaco o al de un atasco de tráfico tiene muchas más probabilidades de sufrir un ataque.
Desde finales de los años noventa se ha producido un aumento de las enfermedades respiratorias y sobre todo del asma infantil en los países industrializados. “No existe una respuesta definitiva y contundente que explique este crecimiento”, afirma el doctor Josep M. Antó, director del Institut Municipal d’Investigació Mèdica de Barcelona (IMIM).

Entre las explicaciones al fenómeno, sólo la “hipótesis de la higiene” está más o menos consensuada. Según esta teoría, los niños que nacen en un quirófano aséptico, tienen una alimentación esterilizada y son vacunados contra todo tipo de enfermedades apenas si tienen que luchar contra las infecciones, por lo que tienen un sistema inmunológico “perezoso”, explica el doctor Javier Subiza. Ello provoca que sus defensas reaccionen contra sustancias inocuas como el polen. En este sentido, es significativo que los niños con más hermanos y los que se relacionan con más compañeros en las guarderías contraigan más infecciones, pero sufran menos alergias.

En cualquier caso, cada vez son más los científicos que insisten en que el verdadero peligro se encuentra en la emisión de sustancias químicas al medio ambiente. Así, un estudio realizado en Japón demostraba que la prevalencia de la alergia al polen entre la gente que vive cerca de las autopistas es tres veces mayor que la media. La relación es comprobable, a pesar de que algunos grupos de interés quieren minimizarla y que los estudios al respecto sean escasos.

En la actualidad existen unas cien mil sustancias químicas de las cuales sabemos muy poco. De éstas sólo conocemos los efectos sobre la salud de un cinco o seis por ciento, asegura el oncólogo Josep Ferrís, coordinador del proyecto MACAPE (Medio Ambiente y Cáncer Pediátrico). “Cada año se crean, además, entre 3.000 y 5.000 sustancias químicas nuevas.”

Consecuencia a largo plazo
La propia Agencia Europea de medio Ambiente ha admitido que “la amplia presencia de pequeñas cantidades de muchas sustancias químicas está provocando una mayor preocupación, ya que, solas o combinadas con otros agentes, pueden contribuir a causar cáncer, alergias, impactos sobre la reproducción y el sistema de respuesta inmunológica, y también efectos neurotóxicos”. Entre los principales contaminantes se encuentran “los combustibles fósiles utilizados en centrales térmicas y vehículos, y la eliminación de residuos”, detalla Ferrís.

Con estos tipos de sustancias está ocurriendo algo semejante a lo sucedido durante décadas con el tabaco. Nadie desarrolla un cáncer de pulmón a los dos meses de empezar a fumar, pero la exposición continuada al tabaco sí podría ocasionarle la muerte años después.

“Desgraciadamente, sólo actuamos cuando la relación entre la causa y su efecto es inmediata”, denuncia Ferrís. “Si la causa produce efectos diferidos, no se hace nada”. Como ejemplo, el doctor cita la industria automovilística. “Las autoridades actúan contra los accidentes de tráfico, pero no contra los efectos que provoca la contaminación a causa de los carburantes. Aquí entran en juego la industria automovilística y la petroquímica”, añade el coordinador de MACAPE.

El proyecto MACAPE es el primero de ámbito europeo que estudia la relación entre el medio ambiente y el cáncer infantil. El proyecto MACAPE es el primero de ámbito europeo que estudia la relación entre el medio ambiente y el cáncer infantil. El doctor Juan Antonio Ortega trabaja en exclusiva en esta investigación, financiada por la Fundación Científica de la Asociación Española contra el Cáncer, esta investigación parte de la hipótesis de que entre el 85 y el 96% de los cánceres infantiles están asociados a factores medioambientales.

Ferrís se muestra contundente al señalar que “los políticos se basan siempre en la legalidad, lo cual no es sinónimo de seguridad”. Hasta que se demuestra que una sustancia es extremadamente tóxica “no actúan”, pero en la mayoría de los casos se podría prever sus efectos. “Interesa más invertir en aparatos de diagnosis y tratamientos que en prevención. Existen grandes lobbies que obtienen beneficios con los aparatos de diagnóstico".

Greenpeace hace denuncias similares. “La ley europea se basa en la suposición de que existen niveles “aceptables” de exposición incluso para las sustancias más peligrosas, y son los legisladores quienes determinan esos niveles a partir de análisis de riesgos.” Por este motivo, Greenpeace se pregunta por qué las autoridades “aceptan” esos niveles de modo innecesario teniendo en cuenta que algunas de esas sustancias pueden ser sustituidas por otras más seguras.

El peso de la industria
El Parlamento europeo debe aprobar este año una nueva legislación sobre sustancias químicas. En la actualidad, existe un sistema de Registro, Evaluación y Autorización de Sustancias Químicas (Reach) que, según las asociaciones ecologistas, resulta demasiado permisivo. “La propuesta Reach, publicada por la Comisión Europea en octubre del 2003, sufrió un intenso lobby por parte de la industria”, señala Greenpeace.

“Es necesario que la industria incorpore de un modo generalizado una cultura de la salud en lugar de primar únicamente el beneficio económico”, exige el doctor Antó. Las administraciones también están tardando en reaccionar, denuncia este especialista en neumología. Por el momento, apenas si lo han hecho para combatir el denominado síndrome del edificio enfermo, una patología ocasionado por el mal estado del aire en ambientes cerrados.

Recientemente, el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales ha elaborado un documento sobre la calidad del aire en este tipo de espacios. El problema no afecta sólo a los trabajadores, sino a toda la población, ya que “está demostrado que el hombre urbano pasa entre el 80 y el 90% de su tiempo en ambientes cerrados, contaminados en mayor o menor grado”. Así lo constatan las autoras del informe “Ambientes cerrados: calidad del aire”, la farmacéutica Carmen Martí y María José Berenguer, licenciada en Ciencias Químicas.

La sintomatología que produce respirar en un espacio cerrado no suele ser grave, por lo que no suele ocasionar demasiadas bajas por enfermedad. Por este motivo se tiende a minimizar el efecto de malestar general que ocasiona, señalan Martí y Berenguer. Nuevamente, es necesario llegar a una situación de crisis para merecer la atención adecuada. Sólo cuando los síntomas llegan a afectar al 20% de los ocupantes de un edificio se habla del síndrome del edificio enfermo y se toman medidas.

Uno de cada dos edificios enfermos tiene su origen en un mal uso del aire acondicionado. Las empresas que adquieren este tipo de sistemas cierran a cal y canto todas las instalaciones para garantizar que se mantiene la temperatura deseada. De este modo, se impide una correcta ventilación y se acumulan tóxicos de distintos tipos: desde productos de limpieza y pesticidas hasta la propia respiración humana y el humo de tabaco. Algunos materiales de construcción empleados con el aislamiento del edificio también son altamente contaminantes, como ocurre en el caso de la fibra de vidrio y los asbestos.

Ante esta realidad, alguno podría considerar que emigrar al campo es la opción más saludable, pero no siempre es así. Según la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica, Huelva es la provincia con mayor tasa de asma en España, con un 14,6% de población afectada, recuerda Greenpeace. “El mal estado del agua, el suelo y la atmósfera hace que la población de Huelva viva en uno de los entornos más contaminados del mundo”, asegura un informe de esta organización del pasado mayo.

El diésel contamina más
Quien busque un lugar más saludable para vivir también deberá tener en cuenta cómo se traslada hasta él. Para empezar, quedan descartados los aviones, ya que constituyen “una de las principales causas de la contaminación atmosférica”, según el Ministerio de Medio Ambiente.

Asimismo, deberá vigilar qué tipo de vehículo adquiere. Hay quien opta por un motor diésel para “ahorrar carburante”. Así, además, se siente “ecologista”, pero la realidad es muy distinta. Estos motores consumen menos combustible y duran más que los que funcionan con gasolina, pero emiten entre 50 y 80 veces más partículas en el caso de los vehículos ligeros y hasta 100 y 200 veces más en los pesados.

En la actualidad, el parque móvil de utilitarios con motor diésel crece sin cesar, y las ventas ya superan a los de gasolina. Ello hace que aumente exponencialmente el nivel de contaminación de los núcleos urbanos donde el tráfico es muy intenso. Una vez más, los niños son los más afectados. Muchos de ellos usan de modo habitual autobuses que funcionan con diésel para ir al colegio. Ahora, además, sufren los efectos del 4x4 de sus padres.

Del mismo modo, sirve de poco vivir en una urbanización rodeada de pinos si después se trabaja en una peluquería manejando tintes. Algunos perfumes, ambientadores, crema de manos y jabones son altamente tóxicos, según denuncia Greenpeace.

Esta organización hizo público el pasado febrero un informe elaborado por el laboratorio independiente TNO de Holanda en que demostraba que algunas de las sustancias empleadas en perfumería son absorbidas por el cuerpo humano hasta el punto de contaminar la sangre y la leche materna. Entre estos componentes destacan el dietil ftalato (DEP) y los almizcles sintéticos. Algunas de las empresas productoras de los 35 perfumes analizados han anunciado cambios inmediatos en la composición de sus fragancias.

Precisamente Greenpeace empezó a estudiar los tóxicos que flotan en el ambiente de los hogares a partir del análisis del polvo que se acumula en sofás, alfombras, plásticos y productos de limpieza. Los resultados son preocupantes, pero entre las conclusiones también se apuntaba que los productos tóxicos son fácilmente sustituibles. Por este motivo, exigen que las administraciones reclamen a los fabricantes un etiquetado correcto.


Niños rodeados de tabaco

En cualquier caso, el gran batallo de batalla para los neumólogos sigue siendo el tabaco. La Unidad de Salud Medio Ambiental Pediátrica del Hospital Infantil Universitari La Fe de Valencia insiste en que “en los países industrializados entre el 50 y el 60% de los niños vive en casas con alguna persona fumadora y lógicamente expuestos al humo del tabaco”, constatan.

Los niños criados en ambientes fumadores son hospitalizados por infecciones respiratorias de las vías inferiores hasta cuatro veces más que los hijos de no fumadores. Este tipo de episodios son además más largos y graves que los de los menores “libres del humo tabáquico”, aseguran los especialistas del hospital valenciano.

Según estos pediatras, las 4.000 sustancias químicas que se encuentran el humo del tabaco no sólo provocan enfermedades respiratorias. “El tabaquismo prenatal y, especialmente, el materno incrementan el riesgo del síndrome de la muerte súbita infantil”. Asimismo, entre el 11 y el 36% de los casos de otitis media aguda en niños menores de tres años “corresponden al tabaquismo pasivo”.

El listado de efectos adversos asociados a esta adicción incluyen desde el retraso del crecimiento fetal hasta malformaciones congénitas, infartos agudos de miocardio, abortos espontáneos y cáncer de cerviz. También le atribuyen el “20% de las exacerbaciones asmáticas en niños”. La buena noticia es, según el doctor Josep M. Antó, que “el asma infantil se ha estabilizado en los últimos años”.




CUANDO RESPIRAR ES UN RIESGO
A falta de pruebas definitivas sobre la relación entre el aumento de las enfermedades respiratorias y el de las emisiones de sustancias químicas, algunos neumólogos señalan los efectos que provocan estos compuestos en los trabajadores que están en contacto con ellos a diario.

En los últimos años, está creciendo el número de enfermedades respiratorias ocupaciones, constata el neumólogo Ramon Orriols. Destaca el asma laboral, seguida de las ocasionadas por el amianto. En tercer lugar, se encuentran las inhalaciones agudas debidas a la emanación de gases.

En el caso de los hombres, enferman sobre todo por la inhalación de sustancias utilizadas en la elaboración de plásticos y algunas resinas. Entre las mujeres abundan las intoxicaciones ocasionadas por detergentes, agentes limpiadores y productos de peluquería. Precisamente, las mujeres afectadas por este tipo de dolencias sufren un problema añadido. La endocrinóloga Carmen Valls-Llobet recuerda el caso de unas trabajadoras que enfermaron tras inhalar productos para fumigar espacios cerrados. Hasta que se descubrió su patología, sus síntomas fueron clasificados de “histeria”.

Orriols insiste en que por ahora sólo se está prestando atención a los casos agudos, provocados por exposiciones a grandes cantidades, pero aún se desconoce cuáles pueden ser las consecuencias de inhalar pequeñas dosis de un modo continuado. El contacto directo, más o menos intenso, con estos productos no es la única amenaza. Hay personas que viven alejadas del foco contaminante y sin embargo ingieren estos componentes al consumir alimentos que han crecido en este ambiente, como ocurre a menudo con la leche y los huevos.

En la mayoría de los casos existen sustitutivos inocuos. Los comités de higiene de las empresas pueden exigir esta información. También los usuarios.

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