Ruido de sables

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¿Hasta los cojones del tema del Estatut? Y en el caso femenino, hasta el/ o los ...
-rellene usted a su libre albedrío en los puntos suspensivos-. Bueno, pero es que es el tema del tema, ¿no? Y claro, si se ha de hablar... quisiera comentar el artículo de opinión aparecido en El País del pasado viernes, firmado por el historiador Joan B. Culla i Clarà. “Una sanjurjada virtual”. En él se hace eco de la España de 1932, una oposición virulenta a consecuencias del debate sobre el Estatuto catalán...

Y dice, textualmente: “ Mientras, en la prensa y en la calle, los lúgubres presagios sobre la desintegración de España alternaban con las apelaciones al boicoteo anticatalán; elementos ultras agredían en Madrid a un parlamentario de Esquerra, y los más peligrosos enemigos de la democracia republicana se sentían espoleados por tal atmósfera.” Y las palabras de Manuel Azaña –presidente del Gobierno y ministro de la Guerra- recogidas en su diario, aquel 5 de julio: “En la desaforada campaña que se hace con el Estatuto hallan (los oficiales golpistas) apoyo, estímulo y ambiente para sus fines... La posición que han tomado algunos políticos es, consciente o inconscientemente, inductora de rebelión, porque los militares desafectos, que no se atrevían a chistar invocando tan sólo sus intereses de clase o sus propias opiniones políticas, se animan pensando y viendo que hay otros personajes de su mismo parecer, de cuyas declaraciones y propagandas pueden sacar algunos principios justificativos de acción violenta”.
Parece un calco cercano a la casualidad, a lo inevitable o al preaviso de la historia interminable.

Durante la madrugada del 10 de agosto de año siguiente, un grupo de oficiales –activos o en la reserva- seguidos de escasa tropa y militantes de extrema derecha monárquica intentaron sin éxito en Madrid, asaltar el Ministerio de la Guerra y el palacio de Comunicaciones con un balance de una decena de muertos. La sanjurjada atiende al fallido intento, de poco después en Sevilla, donde el general José Sanjurjo Sacanell – director general de Carabineros- sublevaba a la guarnición local, se instalaba en Capitanía General hispalense y hacía público un bando en el que, entre otras justificaciones del alzamiento, defendía la defensa de la integridad de España amenazada por el proyecto estatutario. Tras el fiasco de Madrid, estos quedaron aislados en Sevilla y se desbandaron a las 24 horas quedando así de este modo bautizado con el nombre de la sanjurjada. O un primer aviso sobre las intenciones de la derecha española, preámbulo aleccionador del alzamiento de julio de 1936.

Comenta el señor Joan B. Cubilla, “Es curioso cómo la historia se complace en las coincidencias: un momento político-legislativo muy semejante al de 1932; una campaña mediática y partidista gemela a la de entonces, en su histeria, en su mendacidad, en su cainismo; una parecida movilización antiestatutaria de fuerzas vivas, de poderes fácticos, de intereses crecidos al calor de una determinada concepción de España; la Capitanía General de Sevilla como marco, y en ella, otro general... José Mena Aguado.”

Y añade: “Si ahora, en 2006, no ha sido posible sustraer el debate sobre el nuevo Estatut y su encaje constitucional a un ostensible ruido de sables, ¿se imaginan las cosas en 1978-79? Si los militares de hoy, que hablan inglés y están homologados internacionalmente, no han podido resistirse a la tentación de la amenaza golpista, ¿alguien cree que las Fuerzas Armadas de los años sesenta – que eran las de Franco- permanecieron quietas, mudas y neutrales, sin ejercer presión ni coacción alguna, sin condicionar en nada las fórmulas constitucionales y estatutarias de nuestra mitificada transición?”

Todos sabemos como se desarrollaron luego los acontecimientos, el Estatuto de Cataluña fue aprobado a paso de carga, se dio a entender que los enemigos del Estatuto eran también los enemigos de la República y por tanto del gobierno elegido democráticamente, desestabilizado por el alzamiento militar y posterior guerra civil.

En las palabras del general José Mena Aguado, se ve la verdadera dimensión y cariz, a toda costa desestabilizador, de la actual derecha española.

Juan José Millás en su contraportada: “ ... ante la posibilidad de un golpe de Estado no nos crucemos de brazos, por favor... fuera estatutos, fuera tribunales constitucionales, leyes de educación, matrimonios homosexuales y política exterior... Lleva razón Rajoy: algo ha tenido que pasar para llegar a este estado de cosas... Ríndanse, señores del PSOE... que ya van a las manifestaciones, juntos, los militares y los curas, y ya tienen su brazo PPolítico, que es alargado. ¡Se sienten, coño!”

Verdaderamente, sobran los comentarios.

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