A toro pasado (o el lenguaje

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Sigue coleando el asunto del falso robo del escaño de Zapatero. Ayer el protagonista fue el ideólogo de la campaña, que ha salido muy autopromocionado con este asunto. Hoy lo son el funcionario y la rabia que muchos sienten al descubrir que han sido engañados. Quizá ahora estaría bien preguntarse por qué tantas personas se sintieron identificadas con esta especie de Robin Hoods tecno-encapuchados. ¿Qué hacía tan atractiva esta acción?

Probablemente, una de las razones por las que esos chavales (actores) de pintas antisistema despertaron simpatías en lugar de los típicos recelos es que resulta difícil no estar de acuerdo con su supuesto objetivo. Por otra parte, a casi todo el mundo le gusta o admira la transgresión y obligar al poder a oír sus demandas en un momento u otro.

Pero sin duda su lenguaje fue uno de los motivos por los que lograron "triunfar" antes de que se supiera la verdad:

1. Durante la falsa "acción" cuchichean como niños haciendo una travesura, su tono resulta casi enternecedor. No hay agresividad por ninguna parte, no rompen nada, no pintan nada. Son unos activistas de "guante blanco". Igual que el Zorro dejaba una Z en lugares estratégicos, los falsos gatos han dejado una "notita".

2. En su también falso blog se presentaron con gran candidez sin utilizar el vocabulario guerrillero, cansino y regastado que suelen usar los movimientos sociales más reivindicativos:

"Nuestra intención es hacer reflexionar a las personas para que empiecen a actuar. No formamos parte de ninguna ONG y no nos identificamos con ningún partido político. Simplemente, creemos que a veces '4 gatos' pueden movilizar a toda la sociedad".



Sencillamente, estaba muy bien redactado. La última frase es todo un eslogan publicitario. Como también lo es el nombre del supuesto grupúsculo: "4 gatos", una marca que tal vez ya haya sido patentada.

A toro pasado, podemos encontrar muchos detalles en las anotaciones del blog que demuestran que estuvo escrito a conciencia, con una informalidad muy bien fingida. Desgraciadamente, lo que sorprende es que está muy bien escrito, las ideas están muy bien organizadas. Qué raro que eso no nos pusiera sobre aviso, eso y no que la butaca tuviera brazos o no. Nos fijamos mucho en el video y muy poco en las palabras y el contenido del blog.

Por otro lado, hay que ser realista y la verdad es que es difícil encontrar activistas con un perfil tan rico:

1. Capaces de arriesgarse a llevar a cabo una acción como la descrita en el video, aptos para encaramarse a ventanas y no tropezar al bajar los escalones.

2. Capaces de elaborar un guión y un montaje de video digno de premio.

3. Capaces de redactar bien.

Sin duda, hay mucho joven con ese perfil. Lo que sucede es que son mileuristas y en su mayoría se pasan el día pendientes de acumular masters y llegar a fin de mes. Algo así decía David Cid, uno de los jóvenes voluntarios a los que entrevisté para el Magazine citado más abajo.

David Cid, 26 años

“Las cosas no cambian tan pronto como deseábamos o pensábamos. A la gente le cuesta moverse”, lamenta David, uno de los pocos miembros menor de 35 años que sigue activo en la Plataforma Aturem la Guerra de Barcelona dos años después de la retirada de las tropas de Irak. Este licenciado en Biología disculpa parcialmente a sus coetáneos: “Tienen poco tiempo libre: se pasan el día trabajando y estudiando”. Y aquí es donde saca a relucir su faceta más política, la de militante de Esquerra Verda, las juventudes de Iniciativa per Catalunya. “Empecé a politizarme a los diecinueve contra del PP y la LOU”. Luego se recorrió medio mundo para protestar contra el Banco Mundial y “la Europa del Capital”, entre otros. “El movimiento antiglobalización sigue existiendo, pero ya no es noticia”. David es un optimista sin remedio que dice sentirse orgulloso de que las movilizaciones hayan “obligado” a los políticos a incluir en sus programas conceptos como desarrollo sostenible y cooperación al desarrollo.



(A continuación, reproduzco el segundo de los tres reportaje sobre juventud que publiqué el pasado domingo en El Magazine):

MILEURISTAS

A veces a uno le da un ataque de rabia y se pone a escribir. Como mínimo, sirve para desahogarse y, en ocasiones, para algo más. Carolina Alguacil pudo comprobarlo el año pasado. En agosto de 2005 mandó una carta a un diario en la que esta publicista de 28 años se autodefinía como “mileurista”. Es decir, como una persona con buena formación, un sueldo inferior a mil euros mensuales y pocas perspectivas de mejorarlo a medio plazo.

La palabra que acababa de inventar Carolina cuajó en los medios de comunicación y corrió de ordenador en ordenador. Los “Jóvenes aunque sobradamente preparados” de hace diez años, aquellos “jasp” que iban a comerse el mundo y que ahora sólo pueden ir al restaurante de la esquina de vez en cuando, manejan el teclado a la perfección.

Entre otros, utilizan sus ordenadores para enviar curriculum en los que acumulan licenciaturas, másters y cursos de idiomas que puntúan poco a la hora de negociar condiciones laborales. Las empresas tienen su propia colección de curriculum y la oferta de jóvenes trabajadores con una sólida preparación jamás fue tan grande en este país.

Según los responsables de la Plataforma de Mileuristas, el fenómeno va más allá de un problema de sueldo: “Mileurista es el que ve cómo su trabajo no le permite acceder a una vivienda digna y debe, por ejemplo, renunciar a aspectos importantes de su desarrollo como persona, profesional y ciudadano”.
En su manifiesto, la Plataforma asegura que el “mileurismo” no afecta sólo a los universitarios, sino también a “diseñadores, publicistas, periodistas, informáticos, investigadores, becarios y personas con formación práctica”. En todos estos casos, no se aprovecha ni su talento ni su capacidad. “Ni se fomenta, ni se promociona, cosa que no pasa en otros países europeos”. Predominantemente se trata de “personas entre 16 y 37 años, unos cuatro millones. Un problema demasiado grande para obviarlo”.

En cualquier caso, los jóvenes españoles no son los únicos afectados por la precariedad laboral y la sensación de haber sido “estafados”. Inspirados por el caso de Carolina, los italianos Alessandro Rimassa y Antonio Incorvala, de 31 y 32 años respectivamente, han escrito “Generazione 1000 Euro”, donde describen problemas idénticos a los también expuestos por Alfredo Ruiz en “Guapos y pobres” (Ático Ediciones).

En este libro, su autor habla de una nueva clase social urbanita y sibarita que ha sido educada para disfrutar de lo bueno y lo “guapo”, pero no puedo costeárselo. Por primera vez, una generación se siente con menos capacidad adquisitiva que sus padres e intenta tomárselo con humor. Algo necesario a los treinta años cuando hay que decidir entre vivir solo con la nevera vacía o seguir en el hogar familiar, en esa entrañable cama de la niñez donde sólo cabe una persona, tal y como remarcan quienes la compraron en su momento.

“Desgraciadamente, la palabrá mileurista se está haciendo común en toda Europa”, asegura Alessandro. Los jóvenes franceses que se manifestaron en marzo contra los nuevos contratos de primer empleo y se autodenominan “génération précaire” se enfrentan a un panorama muy parecido, coincide Fernando Navarro, licenciado en Derecho de 29 años con un máster en Unión Europa y redactor de Cafebabel.com, una revista multilingüe sobre asuntos europeos.

Sin embargo, a pesar de ser todos guapos europeos y relativamente pobres, “existen diferencias entre las formas que tienen los distintos países de abordar la precariedad”, compara Navarro. “En Francia, por ejemplo, el gobierno paga hasta el 50% de la vivienda a los estudiantes menores de 26 años y a los jóvenes trabajadores que no sobrepasan un determinado nivel de ingresos”. Las subvenciones y ayudas concedidas a suecos y alemanes también parecen de otra liga.

El mileurismo tampoco afecta por igual a toda la población “sobradamente preparada”. Los hijos de las clases acomodadas no soportan el mismo nivel de frustración ya que sus contactos les permiten desempeñar trabajos más acordes con su formación. Así se constataba en el último “Sondeo de opinión sobre juventud y empleo” realizado por el INJUVE”. Difícil encontrar a un treintañero licenciado en Económicas de clase alta trabajando de telefonista.
Los datos revelan que las mujeres también lo tienen más complicado a la hora de encontrar empleo. Aun así, Carolina ha conseguido superar recientemente la barrera de los mil euros mensuales. “Al segundo año en la misma empresa pedí aumento, pero también gané en responsabilidades y curro”.

Pese a todo, sigue sufriendo las secuelas del “mileurismo”: “Tengo miedo a cambiar de trabajo. Sé que puedo perder lo que tengo rápidamente”. Ha alquilado una nueva casa, pero ha tenido que pedir prestado. “Cosa que no me gusta hacer cuando estoy trabajando cuarenta horas y más”.

Esta tensión hace que la estabilidad emocional del joven trabajador también sea “precaria”, explica Alberto Fortes en su blog “Memorias de un geek mileurista”. Así lo sugería Carolina en su famosa carta al decir que sus compañeros de desventuras “no ahorran, no tienen casa, no tienen coche, no tienen hijos y viven al día. A veces es divertido, pero ya cansa”.

Durante una temporada inventar trucos para estirar presupuesto y juventud tiene su gracia, pero puede acabar resultando patético. E incluso dramático. “Hay gente de treinta y tantos que vive como si tuviera quince. Renuncian a tener una familia y luego se dicen “bueno, en el fondo no la quería”, explica Lluïsa Ibiza, de 26.

El tiempo dirá si realmente no la deseaban. Mientras, los mileuristas van capeando su sensación de fracaso y las críticas de quienes les acusan de ser demasiado individualistas y no luchar por sus derechos de modo colectivo. Hacen botellón a la edad en que sus padres les daban el biberón porque cada copa vale una hora de su su trabajo y cambian de pareja y de jefe con naturalidad. Lo único que parece mantenerse estable es su salario. En el 2004 el sueldo medio de los menores de 30 años se situaba muy por debajo del mileurismo: 755 €. Másters aparte.

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