Magda Bandera |
12-12-2006 16:35
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Ha muerto Pinochet el Día Internacional de los Derechos Humanos. Este año ha coincidido con la entrega del premio Nobel de la Paz. En su discurso, Muhammad Yunus, el gran promotor de los microcréditos, ha dicho que 'La pobreza es una amenaza para la paz', y esta frase me ha recordado el comentario de un lector a la anotación anterior. Decía que vincular los derechos positivos a ciertos bienes alimentación, vivienda
- es un error, la promesa de un robo.
Llevo varios días dándole vueltas a esta última frase, repasando todas las clases de robo que existen, a gran y pequeña escala, al estilo Bonnie and Clyde, choricillo de barrio, Robin Hood, banquero a lo bestia o a la marbellí, cleptómano de Hollywood, jefe explotador o aquel familiar mío que se pasó una temporadita en la cárcel por robar trigo para sus hijos y que confieso que siempre me cayó muy bien.
Después me vinieron a la mente frases hechas y palabras que aparecen en los medios como infancia robada para referirse a los niños que se prostituyen en Asia y bastante más cerca. Y al leer hoy la noticia de los saharauis que murieron cuando su coche pisó una mina antipersona el pasado lunes me he acordado de que les robaron el país hace más de treinta años.
Y sí, los robos son malísimos. Pero lo peor es que algunos no tienen ni siquiera la posibilidad de planearlos. No me refiero a los integrantes de una sala de juntas de cualquier multinacional intentando esquivar alguna incómoda medida proteccionista o robarle una idea a la competencia de manera que no se note mucho perdonen que tenga el día radical, pero me pasé la mañana del martes con unos senegaleses que trabajan en el Maresme y se alimentan a base de bocadillos de margarina, el ¡sueldo! no les da para más-, sino a esos ladrones en potencia, que no lo son únicamente porque la justicia preventiva divina se los carga antes de que lleguen a los tres años de vida.
Un reportaje de Informe Semanal hablaba anoche de los niños que viven en las calles de Haití. Se pueden encontrar historias muy semejantes en muchas partes del mundo si uno se equivoca de estación de metro o se apunta a un safari de esos que viajan a la pobreza, como los que muestran las chabolas en Brasil. Así los turistas también se sienten pobres, pobres turistas a los que se les atragantó el bronceado porque con tanta miseria uno no puede disfrutar nada, pero que nada, se te corta el rollo y ya no le encuentras tanta gracia a la barra de bar instalada dentro de la piscina. Y no te digo ya si encima te roban el bolso, se pasa fatal. ¿A quién reclamar en ese caso? ¿A la policía corrupta o a la multinacional de los viajes que reventó los precios y le robó los clientes a la agencia de toda la vida?
Probablemente no escribiría lo mismo si me esforzara en recordar la noche en que me pusieron una navaja en la cara en Barcelona, no hace tanto de aquel tembleque de piernas. Reconozco que entonces no sería tan exagerada al hablar bla bla bla de las multinacionales y los robos sofisticados.
En el fondo eso está muy visto, manías de los rojillos, y además no son hurtos, sino cosas que pasan en el mundo de las finanzas. Con los movimientos de capital sucede como con los novios: por mucho que se empeñe alguna despechada, no se roban, se van ellos solitos por voluntad propia. Vamos, que si una multinacional se va a deslocalizar a Hungría no es porque los húngaros nos hayan robado al jefe ni tampoco porque éste sea malo, sino porque, sencillamente, son más sexys. Nosotros ya tuvimos nuestro momento de gloria, cuando éramos jóvenes y lozanos. Es lo que tiene la ley de la gravedad, que afecta sobre todo a quien no tiene dinero para ir a la peluquería, se compra el tinte en el súper y se lo echa en casa. Ya lo cantaba El último de la fila, cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana En el fondo, es lo mismo que hoy ha dicho Yunus.
Sé que el desvarío es grande, perdónenme, pero es que hoy se ha muerto un bicho malo y por mucha extrema unción que le hayan dado eso altera a cualquiera. La primera vez que oí hablar de Pinochet yo tenía unos doce años y en la tele apareció un niño llorando tras una verja. Le habían robado el padre.
Llevo varios días dándole vueltas a esta última frase, repasando todas las clases de robo que existen, a gran y pequeña escala, al estilo Bonnie and Clyde, choricillo de barrio, Robin Hood, banquero a lo bestia o a la marbellí, cleptómano de Hollywood, jefe explotador o aquel familiar mío que se pasó una temporadita en la cárcel por robar trigo para sus hijos y que confieso que siempre me cayó muy bien.
Después me vinieron a la mente frases hechas y palabras que aparecen en los medios como infancia robada para referirse a los niños que se prostituyen en Asia y bastante más cerca. Y al leer hoy la noticia de los saharauis que murieron cuando su coche pisó una mina antipersona el pasado lunes me he acordado de que les robaron el país hace más de treinta años.
Y sí, los robos son malísimos. Pero lo peor es que algunos no tienen ni siquiera la posibilidad de planearlos. No me refiero a los integrantes de una sala de juntas de cualquier multinacional intentando esquivar alguna incómoda medida proteccionista o robarle una idea a la competencia de manera que no se note mucho perdonen que tenga el día radical, pero me pasé la mañana del martes con unos senegaleses que trabajan en el Maresme y se alimentan a base de bocadillos de margarina, el ¡sueldo! no les da para más-, sino a esos ladrones en potencia, que no lo son únicamente porque la justicia preventiva divina se los carga antes de que lleguen a los tres años de vida.
Un reportaje de Informe Semanal hablaba anoche de los niños que viven en las calles de Haití. Se pueden encontrar historias muy semejantes en muchas partes del mundo si uno se equivoca de estación de metro o se apunta a un safari de esos que viajan a la pobreza, como los que muestran las chabolas en Brasil. Así los turistas también se sienten pobres, pobres turistas a los que se les atragantó el bronceado porque con tanta miseria uno no puede disfrutar nada, pero que nada, se te corta el rollo y ya no le encuentras tanta gracia a la barra de bar instalada dentro de la piscina. Y no te digo ya si encima te roban el bolso, se pasa fatal. ¿A quién reclamar en ese caso? ¿A la policía corrupta o a la multinacional de los viajes que reventó los precios y le robó los clientes a la agencia de toda la vida?
Probablemente no escribiría lo mismo si me esforzara en recordar la noche en que me pusieron una navaja en la cara en Barcelona, no hace tanto de aquel tembleque de piernas. Reconozco que entonces no sería tan exagerada al hablar bla bla bla de las multinacionales y los robos sofisticados.
En el fondo eso está muy visto, manías de los rojillos, y además no son hurtos, sino cosas que pasan en el mundo de las finanzas. Con los movimientos de capital sucede como con los novios: por mucho que se empeñe alguna despechada, no se roban, se van ellos solitos por voluntad propia. Vamos, que si una multinacional se va a deslocalizar a Hungría no es porque los húngaros nos hayan robado al jefe ni tampoco porque éste sea malo, sino porque, sencillamente, son más sexys. Nosotros ya tuvimos nuestro momento de gloria, cuando éramos jóvenes y lozanos. Es lo que tiene la ley de la gravedad, que afecta sobre todo a quien no tiene dinero para ir a la peluquería, se compra el tinte en el súper y se lo echa en casa. Ya lo cantaba El último de la fila, cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana En el fondo, es lo mismo que hoy ha dicho Yunus.
Sé que el desvarío es grande, perdónenme, pero es que hoy se ha muerto un bicho malo y por mucha extrema unción que le hayan dado eso altera a cualquiera. La primera vez que oí hablar de Pinochet yo tenía unos doce años y en la tele apareció un niño llorando tras una verja. Le habían robado el padre.
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