¿Es una librería-café un problema público?

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Hace ya más de dos años que proyecto abrir una librería-café junto a dos amigos en la plaza dels Lledoners de La Geltrú, el casco antiguo de Vilanova i la Geltrú. Todo empezó con el proyecto de “rescatalogar” libros retirados del mercado prematuramente. La idea, un tanto utópica, es arriesgada. Por eso pensamos que podríamos aprovechar el almacén de libros para vender diarios, revistas especializadas y dvd’s de películas independientes de las que no se suelen encontrar en esta ciudad. La oferta se completaría con actividades culturales –cursos, charlas, lecturas- y con un servicio de bar-cafetería. De ese modo, el proyecto sería más interesante y podría autofinanciarse.

Una vez conseguidos los recursos económicos –no fue fácil obtener el crédito-, nos hemos encontrado con un absurdo: el Ayuntamiento de mi ciudad ha suspendido sine die la concesión de licencias en esta zona para cualquier negocio que ofrezca degustaciones de bebida o comida. A saco. Sin distinciones y sin criterio. Panaderías con café incluidas. ¿El motivo? Que los vecinos nos quejamos del ruido –yo vivo en el barrio desde hace años y conozco bien esta tortura-.

Pero, ¿de qué clase de ruido estamos hablando?

Pues del que se organiza cada fin de semana hasta pasadas las cinco de la mañana por culpa de los energúmenos que se mezclan entre los clientes de los locales de ocio NOCTURNO y

- como hace diez días, se pelean en plena plaza gritando “te voy a matar” sin que nadie evite el desorden público
- orinan en los tiestos del único bar DIURNO del lugar
- trepan a los árboles, los fantásticos almeces (“lledoners” en catalán) que dan nombre a la plaza, y desgarran sus ramas (como el pasado fin de semana)
- pulsan los timbres de los vecinos a medianoche
- se paran con sus coches a hacer un ratito el neng
- vociferan sin parar hasta quedarse afónicos o hacerse de día
- dejan bolsas vacías de coca en los escalones
- dejan botellas vacías en cualquier rinconcito
- esparcen sus vómitos sin que el servicio de limpieza municipal los retire hasta bien entrado el lunes

El problema es que recientemente han abierto nuevos locales NOCTURNOS en la zona, y alguno de los antiguos ha ampliado su capacidad y horario de apertura.

Todo ello ha hecho que se multiplique:

- El número de personas que frecuenta el barrio por la noche, lo cual provoca, lógicamente, más ruido ambiental.
- El número de incidentes incívicos en la zona.

La situación es insoportable y cualquiera que viva en un barrio de estas características sabe de qué estoy hablando. La salud de alguien que no descansa bien una noche tras otra acaba resintiéndose.

Por este motivo, veo lógico que los vecinos –yo incluida- estén en contra de la apertura de más LOCALES DE OCIO NOCTURNO.

Ahora bien, ¿qué sucede durante el DÍA en este barrio?

De lunes a jueves por la noche La Geltrú está prácticamente muerta. Aparte de dos restaurantes, los únicos comercios que han resistido a los nuevos tiempos -los de los grandes centros comerciales y las franquicias- son una excelente pastelería y una emblemática barbería. Junto a ellas, hay un pequeño bar, el Petricó, en el que nos reunimos los vecinos en plan Cheers. Estos tres locales cierran los lunes. Conclusión: el primer día de la semana el barrio es un desierto.

Hace unos meses inauguraron en esta plaza el Centre de Recursos i Informació Ambiental (CRIA). Una buena idea, pero poco conocida, porque durante el día apenas si circula nadie por estas calles.

Por eso, muchos vecinos me preguntan cuándo voy a inaugurar el local. Dicen que la terracita y las actividades culturales podrían contribuir a “dar vidilla” al barrio. Los responsables del Ayuntamiento con los que he hablado también me animan a abrir. Eso sí, de momento, sin barra ni cafetera. Como mucho, una maquinita de autovending en plan Cámera-café de Tele5.

Como consuelo, me dicen que no me preocupe, porque probablemente en el futuro me dejarán ofrecer “degustaciones”. Con las elecciones todo empeora, ya se sabe. Claro que luego vendrán los pactos y las cositas de siempre. Adiós a la terracita DIURNA de verano.

Resumiendo, tenemos dos opciones:

1. Abrir una librería con una máquina que sirva bollycaos y cafés, y esperar a que suban los índices de lectura del país para recuperar algo de dinero.

2. Esperar cual Penélope a que mejoren las cosas y alguien acabe con este absurdo. Eso sí, mientras, ¿quién paga nuestro alquiler? ¿Y los perjuicios que estamos sufriendo?

Hasta tomar una decisión, que pasa por abandonar el proyecto y no complicarnos la vida, seguimos preguntándonos:

¿De qué manera una LIBRERÍA-CAFÉ –con horarios concretos y pactados- afecta al descanso NOCTURNO de los vecinos?

Si alguien logra explicármelo, le invito a café gratis en la puerta del Ayuntamiento cada viernes y sábado por la noche hasta acabar con esta estupidez. Para ser completamente legal, lo serviré en un termo.

La verdad es que no sé si la idea de “rescatalogar” libros podría llevarme a la ruina, pero las contradicciones de algunos gobernantes ya lo están haciendo.

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