Baño de lágrimas

Vemos a una chica joven de no mas de veinte dos años con expresión llorosa. A través de la pantalla llega a nuestros hogares. La música es mi vida, afirma. Mi máxima aspiración en la vida es entrar en la academia, añade. Acto seguido la joven se pone nerviosa y se desgañita ante la impasible mirada del jurado. “¡El siguiente!” Y la chica se marcha a su casa.

¿No os suena de nada esta escena? Cada noche Telecinco nos ofrece un baño de lágrimas llamado “OT el Cásting”. Uno tras otro, los aspirantes a sucedáneo de cantante se encargan de provocarnos arcadas con el solo hecho de escuchar sus pobres voces.

Se lo toman demasiado a pecho. Campoy nos dijo en una ocasión que “con talento no hacía falta suerte” pues señoras y señores creo que más de uno de estos jovenzuelos que creen que van a ser el próximo Frank Sinatra han debido romper algún espejo.

Una aspirante se encontraba entre la disyuntiva de la Universidad u Operación Triunfo. Pues la verdad, de entrar en la academia se encontraría, con un poco de suerte, con un disco publicado y con la situación de que nadie se acuerda de ella, pues OT no es más que una tenue luz, un atisbo de la fama que nunca alcanzarán.

En otro orden de las cosas se encuentran los que sin talento alguno para la música, cogen al toro por los cuernos e intentan capear al jurado que no puede hacer mas que reírse de la estupidez del candidato (pues los hombres somos mas propensos a hacer el ridículo por televisión).

Al público en general le gusta el sufrimiento ajeno, que otro se desprestigie, tener vergüenza de los demás, reírnos de sus tonterías, de sus errores. Sabiendo esto, ¿cómo es que los cástings de OT no funcionen en términos de audiencia? No contesten, pues es una pregunta que no necesita una respuesta.