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Tribuna
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Cristina Pérez Capdet
- 05-06-2011 20:16
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Este sorprendente, admirable movimiento ha brotado cuando muchos ya habíamos perdido la esperanza. Agua de mayo sobre un triste lodazal de conformismo. Un corro de manos unidas: viejos con jóvenes, catalanes con madrileños, conservadores con progresistas. Un corro físico y abstracto que ha dejado fuera banderas e ideologías, por mucho que Cayo Lara busque un papel en esta película que no admite protagonismos. Que también ha dejado fuera, con pacífica contundencia, a los antisistema convencionales con sus uniformes de mugre y su violencia descerebrada.
Por esto no me cuadra que los Mossos d´Esquadra la líen a golpes y requisen material difícilmente confundible con armas arrojadizas. Se dice que los medios han mostrado una visión parcial del tema, ya que algunos manifestantes también se mostraron violentos. Posiblemente tienen razón, pero los que pringaban bajo las porras no eran precisamente los susodichos.
Aun así, no quiero caer en la trampa mortal del romanticismo. Al margen de las principales, como el cambio en la Ley Electoral, en el 15-M han surgido innumerables propuestas, algunas de ellas del todo irrealistas, como permitir la quiebra de los grandes bancos, ya que en su titánico hundimiento arrastrarían los ahorros de toda la vida de la clase trabajadora. Por otra parte, la propuesta de dejar de financiar iglesias y mezquitas, que a menudo utilizan nuestros impuestos con el simple fin de predicar sartas de peligrosas estupideces, se ha relegado al olvido. Como también parece haberse relegado el tema de la ecología y el de la violencia contra los animales. Así pues, se habla de un transporte público barato, para que lo utilice más gente y de paso proteger el medio ambiente, pero no se dice que aun así el transporte público actualmente sigue siendo mucho más asequible que el coche (y con frecuencia más rápido), hecho que no impide que muchos sigan optando por éste para ir hasta al colmado de la esquina. Tampoco se ha hablado demasiado de nuestro monstruoso consumismo, especialmente de productos animales. Y ya no lo digo siquiera por los mismos animales, sino por el devastador impacto ecológico que la cría de animales para el consumo tiene sobre el planeta, y su incuestionable papel en la muerte de hambre de miles de personas en el tercer mundo .
En resumen, muchos de nosotros aportamos nuestra dosis de indignación en este movimiento. Pero como no lo aportemos en nuestro propio estilo de vida, ejerciendo la autocrítica, la responsabilidad personal, el pensamiento individual e independiente (ése que hace que caigamos tan mal a los demás y que nos hace sentir tan bien por dentro), y el rechazo a los dogmas tanto de la derecha como de la izquierda, mucho me temo que la ilusión de este mayo memorable se evaporará para siempre y seguiremos en caída libre hacia el desastre.
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