Coronavirus

Se paró el tiempo

Rellotge. Eix

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El frenazo que supuso en nuestras vidas era importante y considerando a parte las situaciones de caos y dolor por las muertes y situaciones humanas límite, en algunos (muchos) casos,  supuso sobre todo  una reducción cuantitativa de actividad, del número de cosas que todos solemos hacer cada día.

En un día corriente, desde que me levanto temprano a la mañana hasta que voy a dormir soy presa de mi legisladora interior que me alienta a mantener bajo control mi pequeño universo.

Hago cosas sin descanso para sentirme útil, productiva, integrada en la consonancia de mi ámbito y grupo, atendiendo montones de cosas por costumbre, responsabilidad y tradición y mirando constantemente el reloj, para poder llegar al punto siguiente del circuito a tiempo.

Confieso que normalmente vivo en una agitación permanente  al tiempo que invisible, que me mantiene en alerta perenne y que no se traduce en muchas ocasiones en aquello que realmente necesito o deseo, sino más bien en algo que encaja con no perder el ritmo en relación a lo que siempre hice, al mandato (imaginario) exterior, a no perder comba.

Y dejando por estos días de atender a reclamaciones de un sinfín de inutilidades, me siento más en sintonía con mi vida, con mi yo más íntimo y verdadero.

Duermo mejor, no estoy preocupada por acudir aquí o allá a golpe de reloj, no me enfrento a la odiosa tarea de elegir a qué compromiso debo acudir renunciando a otro similar.

Estos días vivo, respiro, llamo por teléfono a familiares mayores, a amigas que están lejos y para las que entre una cosa y otra en circunstancias "normales", nunca hay tiempo de hacerles esa llamada pendiente desde hace tanto  sin temer que se alargue más de la cuenta y llegar tarde a lo siguiente .

El terrado que tantas otras veces me proporcionó momentos de paz, ahora recupera para mí, con fuerza, su sentido.

Hoy, estando allí, agradeciendo el sol y la brisa de este domingo de primavera, el silencio era, debido a la ausencia total de coches y de actividad, monástico. De repente en medio de esa quietud un ruido pasó por encima de mi cabeza. Y al mirar en dirección del sonido vi una plateada bandada de pájaros en forma de V que me dejó oír su gregario aleteo.

Esa alineación no es casual, responde a una estrategia de grupo de aprovechamiento de la energía. El aleteo del ave que va delante produce una fuerza-energía que ayuda al individuo pájaro que va detrás, y así de uno al otro.

También resulta curioso saber que el lugar que cada pájaro ocupa en esa formación tiene como razón la protección de cada miembro, desde el más joven al más adulto, volando cada uno en la posición que le garantiza mejor su supervivencia.

Y así ha de ser, volar, vivir y sentir en forma de V!

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