OPINIÓ

Inocencia interrumpida

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Aquella tarde, Laura jugaba en el parque con su hermano. Su madre desde el balcón, sigilosa vigilaba a sus retoños. Era una veraniega y calurosa tarde de agosto. La diminuta y ajustada ropa dibujaba su cuerpecito escuálido y sin formas.

Entre juegos y risas, un hombre irrumpió entre los hermanos. El hombre advirtió de la inocencia de los niños y astutamente, con banales promesas de juegos y divertimientos los cameló, para más tarde conducirlos a su casa; aprovechando el fortuito despiste de la madre.

Laura era mayor que Luís y sabía perfectamente que no debía acercarse a aquella casa, pués anteriormente ya había sido advertida por sus progenitores. Pero al alarde de fantasías y magia que proclamaba aquel hombre, junto a su temprana edad y su inocencia particular, hizo que Laura olvidara todo lo que la rodeaba. Aquellos niños expectantes entrarón en la casa. Anduvieron andando un largo y oscuro pasillo hasta llegar a la alcoba, donde con cautela fueron conducidos. Allí sorprendidos y perplejos, divisaron una envejecida y majestuosa pared, en la cual colgaban cientos de muñecas.

Perpleja en el asombro, Laura alzó sus diminutos brazos para alcanzar una de esas preciosas muñecas. Absorta en la emoción de haber conseguido su triunfo, se vio sin darse cuenta envuelta en unos brazos que posteriormente la levantaron, para más tarde sentarla en su regazo.

Laura agarraba su muñeca con fuerza y miedo, talmente parecía que la vida le iba en ello. Mientras él, minuciosamente iba desvistiendo su triunfo y le mostraba como tocarla. Aterrada, contenía el aliento. Posteriormente, bajo su diminuto y liviano cuerpecito notaría el aspero y burdo tacto de sus manos deslizandose por toda su piel, tal y como había hecho con la muñeca. Su temprana inocéncia no concebía que estaba ocurriendo, más sabía que no era nada saludable. Más tarde aquél depravado empezó a desvestirse y a tocarse. Posteriormente él se apresuró a desabrochar su pantalón, y aprovechando su torpeza, Laura saltó de su regazo y se aceleró a tomar a su hermano bajo el brazo y echó a correr. Corrió y corrió como si le fueran a arrebatar la vida; y no paró hasta llegar a su casa. Una vez en casa, juró no contar lo sucedido jamás y guardo un riguroso silencio.

Hoy Laura rompió su silencio contandonos este devastador relato, con el firme proposito de que no nos deje indiferentes. Laura tan sólo tenía cuatro años; y aquel fue el principio de una pesadilla que marcaría su vida. Ella es hoy madre, reza día a día por que no se repita la historia y que su hija crezca en una inocencia pura y no tenga que sufrir una interrumpida y dolorosa niñez.

Nuestra protagónista aún hoy sigue luchando para poder olvidar aquel suceso, para poder disfrutar de una sexualidad sana y placentera, pese a que haya ocasiones, en las que le invada un halo de suciedad y no deje de sentirse culpable por no haber evitado aquel trágico suceso.

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