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Las hormonas del miedo

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Lo cortés no quita lo valiente. Ni es malo, ni limitante, ni te censura. Todos en algún momento de nuestra vida hemos pasado o podemos pasar por la experiencia de vivir un ataque de pánico. Sirve para reconocerlo, interiorizándolo para aprender a gestionarlo en el momento en que se muestre necesario.

Desde la pantalla de cine o la televisión somos testigos de situaciones de pánico y estrés cómodamente sentados en un sillón que estimulan nuestra producción de adrenalina o cortisol. Experimentamos vivir episodios emocionantes sin riesgos. Son situaciones que experimentamos desde la distancia, interiorizándolas en función del nivel de empatía que seamos capaces de sentir. Ya sabéis, la habilidad para ponernos en los zapatos de otra persona sintiendo lo que ella percibe sin apegarnos a la situación.

Cuando esta vivencia se transforma en real y la persona afectada alcanza niveles de terror, lo denominamos pánico. El pánico compulsivo que se produce sin que se produzcan estímulos externos que lo justifiquen se convierte en una patología que se denomina trastorno de pánico que requiere de un tratamiento médico psicológico específico.

En los casos que no tienen que ver con esas patologías, vamos a observar una serie de pasos a seguir de gran utilidad propuestos por psicólogos clínicos internacionales de reconocida solvencia en esta materia.

El evitar situaciones que generan estas emociones es lo deseado, sin embargo la vida tiene la capacidad de colocarnos en escenarios que somos incapaces de prever. Por lo tanto, de aquí la conveniencia de saber lo que podemos hacer en el caso de encontrarnos en medio de una situación de pánico.

1. Las sensaciones que vamos a experimentar son solo una exageración de una reacción normal de estrés. No son perjudiciales, solo desagradables sin convertirse en nada peor.

2. Abandona los pensamientos derrotistas sobre lo que está pasando o peor aún sobre lo que podría pasar. Está demostrado científicamente que esos pensamientos anticipantes y derrotistas solo serán reales en menos del 10% de las situaciones.

3. Sitúate en lo que está pasando en tu cuerpo en ese preciso instante. No en lo que puede pasar después. Insisto, no lo sabes y lo más probable es que no suceda.

4. Concéntrate en tu respiración. Para evitar la hiperventilación respira y expira de una forma lenta y profunda.

5. Dale tiempo al miedo para que pase. No luches ni pretendas escapar de él. Simplemente acéptalo.

6. Experimenta que si dejas de añadir pensamientos atemorizantes, el miedo empieza a desaparecer.

7. Es muy importante afrontar el miedo aceptándolo. Aprender esto ayuda a progresar en su gestión futura.

8. Sabes que las dificultades pueden ser enormes. Concéntrate en que las estás superando.

9. Verbaliza frases positivas que te motiven y te empujen a dar lo mejor de ti mismo.

10. No te enfades. Eso solo te va a distraer sobre el enfoque que necesitas en ese momento.

11. Cuando la tensión comience a descender céntrate en tu entorno y construye cual será tu siguiente paso para mejorar tu situación.

12. En el momento en el que intuyas que ya estás preparado/a para continuar, tómalo con calma, sin prisas. Se metódico en cada acción que vas a tomar y emplea únicamente el esfuerzo que sea necesario administrando tus energías con criterio y pausa.

Resolver la situación en la que te encuentres formará parte de las circunstancias específicas de ese momento. Tomar buena letra de estos 12 pasos, te permitirá adquirir la actitud necesaria para poder afrontarlo implicado y con actitud para superar con éxito el reto de ese instante construyendo el siguiente.

Aquellos que nos colocan en escenarios de pánico pueden vencer en esa batalla pero jamás ganarán la guerra.

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