Coaching

Hacer invisible lo grueso

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¿Qué pasa con los proyectos, los equipos, las empresas, los objetivos que tienden al naufragio mediante la inacción?

¿Qué sucede en las organizaciones que se dotan de las mejores tecnologías y no avanzan?

¿Qué distancia existe entre los idearios que se plantean, se redactan y el compromiso que se está dispuesto a ofrecer?

¿Cuánta luz consume el rótulo de tu empresa y cuánto brilla la confianza que es capaz de sembrar en la clientela?

¿En qué se sustentan los principios y cómo se cuestionan las acciones que nos tienen que llevar a conseguirlo?

¿Somos fieles a los valores que permiten mantener la llama encendida?

¿Cuánto sientes que eres capaz de mentirte y engañarte? ¿Y a los demás?

¿Eliges colaboradores críticos o buscas palmeros?

¿Soportas con criterio el feedback?

¿Cómo creces más: con el positivo o con el negativo?

Son las diez primeras preguntas que te propongo para que desde un espíritu crítico, que se aleje lo máximo de ti mismo, te dé pie para comenzar una fase de asepsia frente a la inmensidad de virus mentales a los que te expones.

Todas por si mismas son capaces de generar un argumentario potente con el que darte explicaciones suficientes y estrategias válidas que impidan esas carreras locas que muchos proyectos emprenden ladera abajo, sin freno alguno y que concluyen en choques tan descomunales como inevitables. Entre tú y la pared, es la pared la que no se inmuta. ¿Puedes poner en marcha otra estrategia que lo evite?

No necesité mucho tiempo para formularlas. La verdad es que todas ellas son producto de tus dolores de cabeza. Esos que se fomentan a partir del miedo a afrontar aquello que más nos escuece.

No es un partido de rugbi en el que es ventaja lanzar la pelota adelante para ver qué sucede. Tampoco una retahíla de retórica que adorne un discurso de esos que lucen mucho y dicen poco.

Me quedo con la que se refiere a los líderes que forman equipos de palmeros. La experiencia demuestra que esta selección de personal solo vale para montar un conjunto de rumberos que amenizan las terrazas de los restaurantes. Hacen ruido, mucho ruido en la creencia de que los que más suenen serán los mejores. No son conscientes de que la armonía de los equipos se consigue equilibrando los altos, los bajos y los medios. Así se convierten en una flecha que suma la fuerza necesaria para llegar al punto en el que se apuntó. Las flechas que van al bulto, llegan o no y si lo hacen es de malas maneras. No se sostiene lo que no es fiel a un ideario y que a la vez de sostener fidelidades es capaz de entenderlas, criticarlas, replantearlas y cambiarlas. A veces parecen sapos. Otras lo son. Todas permiten no perder de vista realidades, deseos y planteamientos que nuestra propia configuración humana, plagada de errores nos expone una y otra vez a no ver ese meteorito gigantesco que llega imparable a ese espacio donde te encuentras ahora mismo.

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