Coaching

Ni listos, ni tontos… preferible inteligentes

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¿inteligencia o estupidez emocional?... Como en cualquier punto de las alternativas, se separan por una de esas líneas tan de moda que los entendidos pintan en rojo. Pese a lo llamativo del color, impera en su posicionamiento una invisibilidad que la ubica en la inmensidad de lo relativo, lo indeterminado, el tal vez, lo posible, el si y el no, el llueve, pero poco porque el sol alterna. En fin, algo parecido al meterse en el agua saliendo de ella seco y peinado.

Gestionar el día a día es una asignatura obligatoria para todos. Pretender escapar de la responsabilidad nos aboca al pozo de la irrelevancia. Se puede actuar desde el miedo a perder o mediante el deseo de ganar. El punto de partida está despojado del resto de variables que ahora puedas enumerar. Solo hay dos visiones y son estas. A partir de aquí todo parecerá lo mismo sin serlo ya que las vivencias que comportará una u otra actitud será lo que marcará el trayecto y naturalmente el disfrute o no de la conclusión desprendida de que al final triunfes o fracases. Es la eterna historia del saber ganar o perder. Cuando tu técnica personal se depura, aprovechas la esencia del verdadero logro definido como la madurez de un aprendizaje sano, relajado y desinteresado. Tienes claro a donde vas y cual es el precio que tendrás que pagar, asumiendo sin dobles morales las consecuencias de las decisiones a tomar a lo largo de todo el proceso. Aclaro que nunca serán las que vas a elegir sino el cómo y de que manera encajarás la estrategia de tus actos en conjunto.

La inteligencia emocional es un músculo más de tu cuerpo que se puede entrenar para que la falta de ejercicio no la atrofie. Necesitamos un adecuado conocimiento de la gestión de todas las emociones que podemos experimentar y de sus tiempos. Cuando se consigue se dispara la eficacia, explotan los sentimientos positivos y emergen los talentos. Mediante la consciencia sobre ti mismo y los espacios que ocupas empiezas a manejar una serie de competencias que son las que te van a permitir crecer, mejorar y cambiar.

El autodominio, alcanzando el estado mental específico y adecuado para cada tarea te dirige al mejor rendimiento. Aprendes a visualizar tus emociones como un testigo ajeno a ti mismo viajando sin atajos a la autoconfianza. Te gestionas tú y no los demás mientras obtienes capacidad de adaptación en las situaciones de conflicto dirigido a la propia iniciativa mediante conductas positivas.

Es la hoja de ruta que te presenta a ti mismo primero para lanzarte después a una conciencia social que esté capitaneada por la empatía del interés auténtico por las cosas que interesan y preocupan a los demás. Ponerte en piel ajena sin ser piel ajena.

Cuando obtienes un nivel de relación óptimo con tus entornos entras en la capacidad para influir e inspirar a los demás. ¿Se parece esto a la idea que sobre un líder tenemos?

Esta u otra pueden ser tus habilidades. Trabajar todas las que sean posibles es positivo sin olvidar que el arte de manejar las emociones que a todos nos invaden es la dirección con las amortiguaciones de este monoplaza de gran premio que deseamos competitivo y ganador para nuestras vidas.

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