Señores y payasos

En el caso del gran terremoto, Hugo Chávez, el Belén Esteban de la política internacional, se apresuró a enviar a su portavoz para que enumerara ante periodistas de todo el mundo, todos y cada uno de los tipos de ayuda que “el presidente” (ojo, no Venezuela, sino su humilde persona) iba a enviar a Haití. Al mismo tiempo, el azote de “burguesitos y burguesotes” clamaba que la ayuda americana a los damnificados era pura intervención militar. De inmediato, sus dos taciturnos pelotas, Evo y Daniel, secundaban predeciblemente su predecible declaración.

Mientras tanto, Estados Unidos enviaba a sus marines a organizar el caos con una pericia sorprendente, repatriaba heridos, y hacía llegar el buque hospital Comfort con sus mil camas, diecisiete quirófanos y seiscientos médicos. Cuba, por su parte, abría su espacio aéreo a los aviones norteamericanos por primera vez en la historia de la Revolución, para que éstos aterrizaran en Haití sin los noventa minutos de demora que les costaría su propia ruta. Una vez en Haití, al lado de voluntarios de todo el mundo, estos dos gigantes siguen trabajando juntos para salvar vidas.

No pretendo ignorar con esto la brutalidad mostrada por los marines norteamericanos en otros lugares del mundo y en otros momentos de la historia. Tampoco pretendo hacerlo con la del gobierno castrista. Pero ahora ni siquiera estamos hablando de buenos y malos, sino de señores y payasos. Así que, mientras los payasos aprovechan las grandes tragedias para alimentar su popularidad de la manera más canalla, los señores de la política apartan rivalidades y se unen para ofrecer soluciones. Me pregunto si el autoproclamado sucesor de Simón Bolívar tendrá las agallas de acusar a su idolatrado comandante cubano de “colaboracionismo con el imperialismo yanqui”.

Cristina Pérez Capdet