Coaching

Un domingo de sol radiante

Un domingo de sol radiante. Eix

Un domingo de sol radiante. Eix

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Es tan fácil sentirse privilegiado. A pesar de la cantidad de situaciones negativas a las que nos vemos sometidos, siempre y digo siempre aparece un resquicio por el que escapar a la inmundicia. De no hacerlo así, nuestra vida resultaría más corta que la de una mosca. Que digo corta, un suspiro más cercano al ahogo que a la capacidad de tomar aire, respirar y pasar al asunto siguiente.

Sol, calor, cielo y mar azul son analgésicos que funcionan más allá de las creencias que expresamos sobre cualquier forma de oportunidad que permita reponernos ante una mala experiencia. No se trata de vender humo. Hasta la semana pasada aprovechaba cualquier refugio o subterfugio para sacar partido a un rincón de pensar en el que poder escribir sobre esto o aquello. Hoy he cambiado de registro. Estoy bajo el sol plomizo del emergente verano, acompañado de la luz natural, un fondo musical empoderante y una refrescante copa de vino del Penedés. Supongo que podría pedir mucho más y que tú también podrías proponer algunas opciones para sumar el mejor escenario. Lo sabemos los dos, yo desde la escritura y tú desde la capacidad de cooperar leyendo este artículo.

El siguiente paso es tomar acción. Entender de que manera puedes sobreponerte a lo que te preocupa para empezar a hacer algo distinto, por ejemplo, ocuparte de ello con alguna actuación rompedora, distinta a lo que se espera de ti, despojada de previsiones y atenta a los resultados que sin duda serán distintos a esos que de manera reiterada pones en práctica sabiendo a priori que serán un fiasco.

Por muchas veces que esto sea así me niego a aceptar mi propio no como respuesta. Es cierto que todos llevamos encima algún tipo de mochila que en ciertos momentos nos limita. No obstante, para aprender a llevarla con dignidad hay que albergar el deseo de soltar algo del lastre que contiene. Mirar dentro, meter la mano y sacar al azar eso que no mola nada. Puede ser una situación, una persona, un proyecto. Cualquier cosa sobre la que merece la pena poner una buena dosis de objetividad que responda a la pregunta clave de si vale o no la pena seguir arrastrándola. Puedes negarlo un millón de veces. Cuando encuentres ese momento de desapego sobre el asunto vas a poder tomar la decisión. Si, primero el encuentro con tu conciencia y después la afirmación para hacer lo que aporta una solución efectiva. Tal vez radical o simplemente objetiva. Las dos resuelven, que es de lo que al final se trata.

Observo que a pesar de lo mal que llevo esto del calor, dejar que la energía del sol haga su trabajo funciona. Sometido al imperio del frio las cosas se ven de manera muy distinta. Todo se contrae, incluso mi capacidad para mirar al horizonte y verlo como si mis ojos fueran un gran angular.

La copa de vino se agota. Es el momento de ponerme en pie para buscar un poco más de este zumo de los dioses que las viñas de mi tierra aportan en este momento de lucidez especial para encontrar nuevas soluciones a antiguas cicatrices que ahora si, ya están en disposición de desaparecer.

Las cosas no terminan con un punto final. Lo hacen con una frase que atesore los ingredientes necesarios para que el resultado que se produzca sea el que necesitamos. Despegados de él mientras asumimos que nuestro camino continúa solo con los pasos que nosotros estamos en disposición de dar. El resto… ya se apañará.

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